En medio del apuro cada vez más generalizado en que vivimos, en el mantel de la Navidad puede sobrar algún turrón de marca, algún vino añejo. Aún estamos a tiempo de librar algunos animales de una injusta olla. Quizás no pensar tanto en lo que pueda faltar para colmar aún más nuestra mesa, sino en lo que urge en la de al lado. En realidad todo está “al lado” en un mundo que las nuevas tecnologías de la comunicación y el transporte han tornado tan pequeño.
Las fiestas que ya se acercan no necesitan más consumo, seguramente sí más original sentido, más valiente solidaridad, más genuina fraternidad. Más “Navidad extra” que “paga extra”, de una vez por todas la mirada más puesta en los corazones enlazados que en los bolsillos individuales. Es precisamente el consumo lo que puede terminar de ahogar el candor que aún le queda a estos días señalados. Si algún significado cobra aún la memoria de Jesús es para invitarnos a la siempre viva responsabilidad del compartir. ¿O es que todo va a quedar hueco y envuelto en papel de celofán, es que ya no le resta ningún profundo sentido a nuestras celebraciones más generosas y entrañables?
¿Cuando las primeras nieves blanquean las montañas, no tocará sentir más la carencia ajena que lo superfluo, en la mayoría de las ocasiones, adentro de nuestros hogares confortables? ¿Los 207 millones de euros que el Gobierno Vasco entregará en concepto de paga extra a sus 67.000 funcionarios no merecían otro destino más urgido?¿No sobraba esa polémica paga habiendo tanta gente en situación tan apurada en nuestra geografía y allende ella? ¿No están las políticas sociales, las de ayuda al desarrollo más necesitadas de esos fondos?
Es en los momentos de crisis, cuando es preciso implementar nuestro potencial solidario, es en las coyunturas de pruebas colectivas cuando hay que poner el “salvémonos todos”, el “salvemos la tierra, los animales…”, por encima del “sálvese quien pueda”. Sí, ya sabemos que muchos de los de arriba lo han hecho bastante mal, que ha habido demasiado enriquecimiento ilícito en el ámbito financiero y en alguna medida también en el político, ¿pero no está demostrando el funcionariado con esa exigencia de la paga extra, siquiera en menor medida, un comportamiento también insolidario? ¿El axioma hermético “como es arriba es abajo” no se cumplirá igualmente a la hora de querer tomar cada quien su parte de la caja común? ¿No es, en el contexto planetario de centenares de millones de seres en situación límite, el funcionariado vasco un colectivo notoriamente agraciado? ¿No hay ya en nuestro propio entorno una acusada distancia social, una sustancial diferencia de poder adquisitivo entre los que tienen, como el funcionariado, trabajo fijo y los que no? No se trata para nada de minusvalorar la labor de este imprescindible colectivo, sino de establecer prioridades generales.
Desconozco quién inventó aquello de que combatir los recortes en sueldos holgados era necesariamente algo revolucionario. ¿No será más revolucionario olvidarnos un poco de nosotros/as mismos/as, de nuestras siempre prioritarias cuitas y salir a las avenidas en pos del pan y del techo de quienes, a más o menos distancia, nada tienen? Es precisamente la solidaridad, el pensar antes en el interés colectivo que en el propio, lo que ha tenido y tendrá siempre un alto contenido emancipador.
Mientras el funcionariado tenga puesta la vista en quienes ganan más, en vez de hacerlo en quienes son muy inferiormente retribuidos, seguiremos perpetuando un sistema insolidario. ¿Los “derechos” alcanzados en un convenio están siempre por encima de los derechos de los que no han tenido nunca en suerte poder firmar convenio alguno y por lo tanto ajustarse a él? ¿Hasta dónde esos derechos adquiridos por un colectivo, que no deja de ser, en mayor o menor medida privilegiado, cuando la necesidad desborda por doquier? El problema surge cuando situamos nuestros derechos por encima de cualquier circunstancia o aún más básico derecho ajeno. Tenemos una inclinación a establecer esa desafortunada prioridad.
¿Cuándo haremos de las conquistas de ese dulce, de ese champán extras algo un poco más de todos?¿Cuándo los derechos serán más inclusivos y no de sectores particulares? ¿Cuándo lucharemos por “convenios” de los que no quede nadie, nadie fuera, en medio de una cada vez más ancha familia planetaria? Apretarse el cinturón en aras de otros, puede proporcionar un gozo íntimo que jamás conquistará el derroche. Velemos por los manteles de aquí y de allá, cuidemos de que no falte lo imprescindible bajo ningún techo, en ninguna geografía.
Koldo Aldai, 28 noviembre 2012