El director de Plataforma Editorial sólo publica lo que conoce y ama

9-Mayo-2008
«He was my North, my South, my East and West/ My working week and my Sunday rest/ My noon, my midnight, my talk, my song…” Es un fragmento del poema de W.H. Auden que Jordi Nadal (Lliçà d´Amunt, Barcelona, 1962) cita completo de memoria para zanjar cualquier posible duda sobre la fuerza de la poesía, comparable sólo a la de la gravitación universal. En esta entrevista con Fundación Ananta, el director de Plataforma Editorial www.plataformaeditorial.com exhibe el entusiasmo de quien acaba de nacer a una vida profesional con sentido. Con sólo un año, ha dado a luz 23 libros. De ellos, los incluidos en la colección Testimonios despuntan especialmente como movilizadores y transformadores.

Sonrisas de Bombay. El viaje que cambió mi destino, de Jaume Sanllorente; Un niño afortunado. De prisionero en Auschwitz a juez de la Corte Internacional, de Thomas Buergenthal, y Las palabras que curan, de Alex Rovira, son algunos de sus títulos, capaces de conmover, de despertar admiración genuina por sus autores y de dar cuenta incontestable de que hay otros modos de enfocar la vida. De llenarla de sentido, en definitiva. Es su lema.

Nadal rechaza que su intención sea hacer un proyecto espiritual si eso es algo distinto de amor por la vida; si no se rinde a la suma de ilusión, alegría y autenticidad. Y le gusta que, además de llegar a la cabeza, los libros lleguen al corazón, porque cree que es infinitamente más inteligente, poderoso, valiente y necesario para el mundo futuro.

Confiesa su distancia radical de todas las religiones organizadas. Y comparte una reflexión que le sobreviene en el momento de la conversación: igual que en el mundo material existe la fuerza de la gravedad, la espiritualidad puede ser la fuerza de gravedad de los reinos inmateriales. La poesía imprime coherencia y realidad a su explicación.

No es sólo Auden: están Ángel González (“Me he quedado sin pulso y sin aliento separado de ti…”), Paco Brines (“un día morirás y nunca el mundo sabrá que habría podido ser más bello con solo retenerte. Yo soy ese ser que canta esa demencia”)… Su entusiasmo y facilidad de palabra le da acceso a archivos de memoria con ejemplos en cinco idiomas.

Su gusto por la lectura, el entrenamiento de su profesión y su carrera de Filología Germánica le facilita su trabajo: conoce y, por lo tanto, ama todo lo que edita. Y le dificulta en cambio para hablar de sus favoritos. Quizá sea Albert Camus el nombre que más resuena en él. Le gustaría mucho editar su obra. Y le habría gustado también publicar como testimonios la biografía de Nelson Mandela y Martes con mi viejo profesor, de Mitch Albom.

Montó la editorial después de 25 años trabajando para otros, como Círculo de Lectores o Planeta. Además de dos libros inspirados en sendos grandes amores de su vida, ha escrito Meditando el management y la vida, una suerte de manual para una actividad laboral consciente, coherente, fértil y en paz. Para algunos, el camino del éxito verdadero.

Fundación Ananta: ¿Qué es el éxito?
Jordi Nadal: En el exterior, es que te vean que te va bien. En el interior es el cumplimiento; sentir la alegría y la tranquilidad de estar haciendo lo correcto, ser capaz de alinear las cosas para que no chirríen o al menos saber por qué chirrían.

FA: ¿Plataforma Editorial puede darle esa alegría?
JN: Intento llegar a ese cumplimiento en lo más importante. Por eso los vectores de la editorial que he creado son autenticidad y sentido. No me he propuesto una editorial de moda, ocurrente, famosa, vanguardista… No me propongo estar en la cresta de la ola como objetivo.

Busco que tenga raíces y alas; que esté conectada con la tierra, con lo esencial, y que quiera volar, que quiera mirar al cielo; con muy pocos títulos porque quiero poderlos leer todos; me propongo un ritmo solemne, que quiere decir que no publicamos a granel, sino tener la ambición y la humildad de descubrir cosas que valgan la pena y darlas a conocer con ilusión.

FA: Uno de los autores que cita en Meditando en Management y la vida es el premio Nobel de la Paz de 1986, Elie Wiesel…
JN: Le entrevisté en 1992, en Nueva York, para La Vanguardia y le devolví algo que había dicho al New York Times veinte años atrás: “Usted dijo que en la vida no hay buenas respuestas sino, a lo sumo, buenas preguntas. ¿Cuál es su pregunta a los lectores de esta entrevista?” y propuso la de “¿Cuál es el punto en común entre su memoria y la mía?: What is the meeting point between your memories and mines?”. Si los judíos y los palestinos se dieran cuenta de sus recuerdos en común, les resultaría mucho más difícil agredirse. Tienen mucho más en común que diferente.

FA: Eso resulta extensible a las relaciones profesionales, comerciales…
JN: Albert Camus decía que “hay que conseguir que el poeta se acerque al industrial y el industrial al poeta”. Es un reto en la condición humana. Yo ahora, en las conferencias que estoy dando, hablo mucho de la dualidad de lo efectivo frente a lo afectivo: mientras lo primero consigue que los números salgan bien, lo segundo incluye los afectos, la humanidad, el humanismo, las personas. La efectividad es la hoja de Excel. La afectividad es entender las emociones.

Adolf Eichmann dijo que lo único que había hecho en el holocausto Nazi era transportar a la gente como se le pidió. Organizó muy bien los trenes, podría haber sido director general de RENFE, pero lo que organizaba era el transporte de personas para ser aniquiladas, tenía una enorme efectividad, un enorme liderazgo efectivo, pero es insuficiente sin afectividad, porque resultas ser una bestia. El gran reto en el mundo de la empresa es que puedas crear riqueza incorporando la humanidad, las emociones, los afectos y la ética.

FA: El capitalismo no entiende de emociones ni afectos
JN: Como dice André Comte-Sponville, “el capitalismo no tiene que ser moral, pero los individuos sí”; la empresa es un sistema que recibe un feedback y son los individuos los que tienen que darle su tono, su impronta, su manera de ser, y no desvincularse de la necesidad del ser humano.

No es un tema de Responsabilidad Social Corporativa (RSC), es un tema de poder convivir. Es poder no avergonzarte de cómo trabajas, de ser auténtico, de trabajar bien, de poder decir la verdad. De trabajar contando con el respeto de los demás y de respetar también a quien te compra. Se habla de la corrupción en el sector público, que dicen que es terrible… ¿y en el sector privado no? Igual de terrible. Debemos poner la voluntad de que esto no ocurra para que no enfermemos.

FA: ¿Está cambiando algo de esto últimamente?
JN: Afortunadamente está cambiando el paradigma a través de muchas personas; no todo el mundo ve el coche de lujo como el máximo bien… Yo he podido montar la editorial gracias a la generosidad y a la ayuda de un montón de gente que se está apuntando a esos nuevos parámetros. Desde el punto de vista del más estricto capitalismo salvaje, mi editorial no habría tenido ninguna posibilidad de recibir tanta ayuda.

FA: El éxito de su colección Testimonios habla por sí solo de eso mismo
JN: Es un signo, sí. La gente está buscando dar sentido a sus vidas. Es que, si no, nos vamos a volver locos, porque no se puede vivir sin ilusión.

Y también, el éxito de escritores como por ejemplo José Luis Sampedro, del que yo he aprendido tanto, que es tan querido, leído, amado… el hecho de que se le escuche, se le aprecie, se le lea y se le siga tanto es una señal de que hay signos de esperanza posible.

Yo querría que mis hijos se sientan orgullosos de lo que he hecho. A mí me gustaría mucho tener una casa con palmera y con piscina y viendo el mar. Pero si para conseguirlo tengo que vender armas, no la quiero. Y sin ser tan dramático, ¿tengo que vender fotos pornográficas de chicas desnudas? Tampoco quiero. Pero me pongo menos dramático: ¿Tengo que publicar algunos cuantos libros que no me gustan, que son para mí basura? ¡No quiero! Hay libros que no quiero publicar, hay gente con la que no quiero comer, y hay programas de televisión a los que nunca iría.

FA: La labor editorial parece así casi un vehículo para el “buen gusto”
JN: Yo creo que en la escuela, además de ofrecer información y formación como ciudadanos, existe la posibilidad de enfocar el gusto. Yo empecé a escuchar música clásica con Tchaikovsky y he llegado a Bach; yo no pido nada más porque para mí no hay nada más. He empezado por algo más sencillo y he llegado a algo más profundo y más rico en matices.

Mi editorial quiere funcionar como un equipo de música de alta fidelidad; la música la pone el músico. Yo pongo un equipo bueno y una buena acústica, para que lo escuche el mayor número posible de gente, adecuada para ese mensaje. No quiero cuarenta millones de lectores si para eso tengo que publicar Mein Kampf. De lo que se trata es de publicar aquello que crees que vale la pena y darle la mayor difusión posible, ser un buen aparato de alta fidelidad. Antes, cuando me encontraba un tesoro y no había teléfono celular, entraba en una cabina telefónica y llamaba a mis amigos. Ahora, cuando me encuentro un tesoro como Alex Rovira o Jaume Sanllorente, lo edito. Yo hago un catálogo para tener un montón de amigos.

Quiero ofrecer una emisora con una frecuencia muy concreta y que la pueda sintonizar quien quiera escuchar esta música, esta concepción del mundo.

FA: ¿Se trata de una concepción del mundo para ser más feliz?
JN: Se trata de ser “humanamente feliz” (no es mío, es de Wiesel), feliz no de un modo ingénuo, naif, iluso, estúpido, pero tampoco como el cínico, que le va muy bien pero que es incapaz de sentir empatía y compasión, porque no tiene conciencia y su forma de inteligencia es fría y cruel y no integra a los demás. El gran reto del mundo es traspasar el yo y llegar al nosotros. La diferencia entre éxito externo y cumplimiento es la misma que hay entre el yo y el nosotros. Como ya dijo Miguel Torga, “lo universal es local sin muros”.

Yo soy tan ambicioso que no quiero ser sólo yo, quiero ser más. No soy humilde, ni paciente, ni flexible. Soy muy trabajador, muy exigente y muy seguro de mí mismo. Y al mismo tiempo muy vulnerable porque necesito continuamente ser querido. Tengo una editorial para que me quieran. La gente que me conoce mucho lo sabe. Porque sé que soy mortal, porque no tengo conciencia de que exista otra vida, y porque sólo vale la pena el amor…

FA: En su discurso resuena una espiritualidad que no expresa, igual que en los libros que edita
JN: Espiritualidad desde una enorme vitalidad y amor a la vida… Llego fuera de toda religión a un proceso de depuración, por eliminación, por irme desnudando. No me he propuesto un proyecto espiritual, se trata del resultado de sumar ilusión, alegría, autenticidad y sentido. Es una editorial muy ambiciosa intelectualmente y que transmita lucidez, valor y optimismo. Me gusta editar para el corazón. La gente que lee tiene cabeza, pero el corazón es infinitamente más poderoso, valiente y necesario para el mundo futuro. Creo que cada vez buscamos más soluciones en la ciencia porque cada vez estamos más despistados, por el exceso de ruido y por la pseudociencia, porque deberíamos aprender a escuchar más el corazón, aprender a querer, a pedir ayuda, a pedir ser escuchados, a reconocernos frágiles.

La espiritualidad… si para el mundo físico existe la fuerza de la gravedad, para el mundo inmaterial debe haber otras fuerzas; esto se me está ocurriendo por vez primera: la espiritualidad es la fuerza de la gravedad de esos otros mundos. Newton descubrió el mundo matemático y científico, pero ¿Por qué tendría que haber sólo la verdad de Newton?. A mí un poema de Auden me parece tan poderoso como la fuerza de la gravedad: “…my talk, may song;/ I thought that love would last forever: I was wrong…”

La matemática es súper necesaria y es de una belleza extraordinaria, pero hay otras bellezas igual de necesarias. Hay que poder llegar a algo más que alimentarse, algo con lo que trascender lo cotidiano… Ante una gran película o una pieza musical –con los libros puedo graduar la intensidad- se puede vislumbrar que hay algo sublime, profundo, infinito, grande, eterno, más allá de lo humano.

Hay que poder llegar a ese “algo más” que da la sensación plena de “misión cumplida, ya puedo morir tranquilo”.

FA: ¿Tiene ahora la sensación de “misión cumplida”?
JN: Sí que tengo la tranquilidad de que si fuese millonario, trabajaría en Plataforma Editorial. Si aun tuviera más, montaría un programa radiofónico como el del libro Lo que mueve mi vida, de Jay Allison y Dan Gediman. Lo siguiente sería, crear una fundación para fomentar la lectura entre gente joven.

Como haya un incendio en tu vida, no lo van a apagar tus apellidos, por muy importantes que sean, lo que sirve es un equipo de bomberos, y leer es formar tu cuerpo de bomberos interno, pertrecharte para cuando un día lo necesites (siempre que leas bien, porque hay gente que lee para ver confirmados sus prejuicios, como decía Graham Greene de algunos viajeros).

FA: ¿Hay tanta gente interesante como para hacer un programa como Lo que mueve mi vida?
JN: Desde luego que sí. Hay mucha más gente interesante de la que una cierta televisión se empeña en hacernos creer. Ocurre también con un determinado periodismo cultural, que a veces algunos medios se empeñan en polarizar y repetir siempre los mismos nombres.

FA: ¿Algún nombre y testimonio directo que le gustaría destacar?
JN: Además de Elie Wiesel, sólo he hecho otras dos entrevistas en mi vida, importantísimas: una a Günter Grass cuando cayó el muro de Berlín, y otra, al israelí David Grossman. La cuarta y última que intenté fue a Elías Canetti, premio Nobel de Literatura en 1981, que respondió con una carta que guardo como oro en paño, en la que me hablaba de su animadversión por toda fórmula de pregunta y respuesta y que tenía por ley no dar entrevistas. Me interesa mucho el mundo judío y la historia del nazismo; estudié germánicas…

FA: Ahondar en una lengua permite entrar en las culturas… ¿Hay alguna lengua más completa?
JN: La palabra es algo muy potente. En Mongolia, ahora están publicando un libro en chino que habla de cómo el maoísmo destrozó sus formas de vida. Cuando miras los momentos grandes de la humanidad descubres que no hay culturas superiores… Ni hay lenguas mejores. ¿Hay alguna lengua donde es más bonito amar? Uno ama en la lengua en que le han cantado nanas. El alemán no es superior al francés, las dos son maravillosas. Y para quien sepa las dos, mejor. De hecho seríamos más tolerantes si supiéramos más lenguas, porque entenderíamos mejor al otro.

FA: ¿Cómo sería una sociedad ideal, además de un lugar donde nos entendiéramos unos a otros?
JN: Un gran cambio social pasaría por que la escuela fuese una gran sala de oportunidades del mundo donde se detecta y se reconoce el talento y se pone en práctica. No donde se aplaca y se homogeneiza. Ni siquiera hace falta motivar a los niños, ni a los empleados. Basta con no desmotivarlos. Se han de acabar los directores generales que sean máquinas de desmotivar, de repartir sufrimiento, de destruir ilusiones.

Y nos tendrían que enseñar a ser autónomos emocionalmente, y entonces habría menos gente manipulada por su pareja. En la escuela tendrían que enseñar a tener hábitos de vida más saludables y a sentir más la alegría del mundo.

FA: Quisiera cerrar con un comentario suyo sobre Hiroshima mon amour, que menciona en su web, www.jordinadal.com
JN: Buenísima, de Alain Resnais; es importantísima. Es una película sobre el amor desnudo, íntimo, de paso, y con esa cosa terrible de la diferencia entre dos culturas, y en contraste con la guerra. Me marcó. El guión es de Margerite Yourcenar. La quiero volver a ver…

Lola Bastos. 8 de mayo de 2008
www.fundacionananta.org