He escuchado el discurso del presidente Obama en la ceremonia en memoria de las víctimas del tiroteo del sábado pasado en Tucson. Son 32 intensos minutos. Como es natural, el discurso toca las emociones, pero a partir del minuto 16 se dirige también a la esencia. Habla Obama de que haya correspondencia entre los valores y las acciones, de que hablemos en forma sanadora y no hiriente, de bajar las armas y de arrinconar el insulto como medio de relacionarnos, de la posibilidad de debatir desde la calma, compartiendo la esencial humanidad. Menciona el amor y la compasión como valores a poner en práctica.

 

 

En su discurso Obama no ataca a nadie pero llama a lo mejor de cada uno, para que nuestros hijos algún día puedan estar orgullosos de nosotros. Es un discurso necesariamente local, pues va dirigido a 300 millones de estadounidenses, pero en realidad habla de verdades universales y por lo tanto es también universal.  Obama no menciona más que de pasada las causas que puedan haber originado esta masacre, entre ellas la de la permisividad a la posesión de armas en Estados Unidos. Indica que tendrá que haber cambios. No se si serán solo palabras o habrá cambios, pero algún día esa sociedad tendrá que pensar en términos de causa efecto y concluir (no hay otra conclusión posible en mi opinión), que la posesión generalizada de armas lleva necesariamente a la violencia. Pero este no es el tema de esta nota.

El tema central de estas líneas es la calidad de este discurso, en su forma y en su contenido. Es un discurso que llama a la reconciliación, a tender puentes, a lo común. También, muy sutilmente, me parece sentir un “ya está bien” dirigido a todos nosotros, sin distinción, por elegir la confrontación y el insulto como forma de relacionarnos. Hay una definición de liderazgo que dice que es el arte de sacar lo mejor de las personas. Y creo que estas palabras de Obama son liderazgo puesto en acción, más allá de cualquier concepción partidista de la vida. Traigo aquí algunas de sus palabras.

“Cada uno de nosotros debe tratar estos asuntos con una buena dosis de humildad. En vez de acusar o culpar, aprovechemos esta ocasión para ampliar nuestra imaginación moral, escucharnos unos a los otros más detenidamente, agudizar nuestro instinto de empatía y acordarnos de todas las nuestras esperanzas y sueños que tenemos en común.

Al fin y al cabo, eso es lo que hacemos, en la mayoría de los casos, cuando perdemos a un familiar, especialmente si sucede inesperadamente. Conmocionados, ponemos de lado la rutina y nos vemos forzados a la introspección. Reflexionamos sobre el pasado. ¿Pasamos suficiente tiempo con un padre anciano?, nos preguntamos. ¿Expresamos nuestra gratitud por todos los sacrificios que hicieron por nosotros? ¿Le dijimos a nuestro cónyuge cuánto lo queríamos, no solo de vez en cuando, sino todos los días?

Entonces, las pérdidas repentinas nos llevan a la introspección, a reflexionar sobre el presente y el futuro, sobre cómo llevamos nuestra vida y alimentamos nuestra relación con aquellos que aún nos acompañan.

…. Posiblemente nos preguntemos si les hemos mostrado suficiente bondad, generosidad y compasión a quienes nos rodean. Quizá cuestionemos si estamos haciendo lo correcto con nuestros hijos o nuestra comunidad, si nuestras prioridades están en orden.

Reconocemos nuestra propia mortalidad y recordamos que en el corto transcurso de nuestra vida, lo que importa no es la riqueza, el estatus, el poder ni la fama, sino más bien cuánto hemos amado — y el granito de arena que pusimos para mejorar la vida de otros.”

Creo que hay mucha sabiduría y posible aplicación práctica en todo lo que dijo este hombre en Tucson, a propósito de este episodio de violencia, uno más entre tantos, pero que quizás pueda llevar a una reflexión más profunda.

Adjunto el link por si alguien tiene interés en el discurso.

http://motherjones.com/mojo/2011/01/obama-tucson-speech-video-and-reactions

Joaquín Tamames 14 enero 2011