El entorno nos llama a perdernos, a separanos de nuestro Ser.

Nos llama a vivir perdidos, desencajados.

El hogar interno está yermo y vacío.

Sufrimos.

Un día, descubrimos los verdaderos tesoros.

Hablábamos el viernes del aire dulce de la primavera, de la comunión.

Comunión: tan lejos, tan cerca.

Si: un mundo nuevo nos espera.

No le demos la espalda.

«La cultura actual nos propone sin cesar objetos o actividades tentadores. Y no sólo no se previene a la gente de los peligros que eso representa, sino que se hace todo lo posible para persuadirla de que las satisfacciones que todo esto le va a proporcionar, contribuirán a su desarrollo, de que son incluso la condición para ello. Pues bien, no, no va a ser la multiplicación de tantos deseos a satisfacer lo que enriquecerá a los hombres. Al contrario, ¡cuántos de estos pretendidos progresos, de estas mejoras que se les presentan se hacen en detrimento de la vida, porque tienen esencialmente como objetivo la satisfacción de sus necesidades materiales! La gente se imagina que de esta manera van a vivir más intensamente, cuando sólo se trata, en realidad, de una agitación superficial en la que dispersan todas sus energías. Llaman «aprovechar la vida» a una forma de pensar y de actuar que les arrastrará con toda seguridad hacia la muerte.

Aunque estén persuadidos de que la vida es lo más valioso que tienen, es raro que los humanos comprendan que, en esta vida, lo más importante es la vida misma. Si, en vez de dispersarse en actividades que les debilitan, se esforzasen en desarrollar sus facultades psíquicas y espirituales, descubrirían que en los actos más simples y más cotidianos es donde la vida esconde los verdaderos tesoros. Respirar, alimentarse, caminar, abrir los ojos a la naturaleza, amar, pensar, éstos son los verdaderos dones de la vida.»

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86), Pensamientos Cotidianos. Editorial Prosveta.Imagen: amanecer en un vuelo trasatlántico (Viggo Mortensen)