Es una película para quien tiene paciencia y capacidad contemplativa, para quien puede llegar a elaborar ideas a partir, sobre todo, de una experiencia sensorial y emocional. Lo que dice es sencillo: ama, sé bueno, haz las cosas bien, perdona. Los gestos del amor, el tacto del amor sobre los cuerpos. Ése es el antídoto contra el dolor y contra la muerte. De ahí surgen, también, la belleza y la bondad. El árbol de la vida no es una película pretenciosa, es muy ambiciosa. No es perfecta, es irresistible. No exige comprensión, propone una conmoción que reaviva la inteligencia y la conciencia.