La selva no puede con el asfalto brasileño también inmenso. Marina Silva sabe que aún debe esperar para llegar a la presidencia. Sus eventuales 20 millones de votos no bastarían para auparle al palacio de Planalto en una democracia tan grande. Ella aguarda agazapada en la arboleda. No se lo han puesto nada fácil. Por de pronto no han permitido a su nueva formación, Rede (Red de sustentabilidad), concurrir a las elecciones. Las crónicas apuntan que a esa oscura maniobra no ha sido ajeno el Partido de los Trabajadores, que ya acusa los habituales achaques de su larga permanencia en el poder. Las más valientes y lúcidas cuentan siempre “a priori” con las zancadillas de sus antiguos camaradas. Es ley de visionarios.
El poder además no se le rendirá tan fácil. La ex-ministra de Medio ambiente con Lula, apunta aún demasiado lejos para poder concitar un apoyo tan masivo. De trayectoria impoluta y entregada, ha sido firme en el intento de satisfacer dos importantes postulados sociales: la defensa firme y reverente de la Tierra y la articulación de mecanismos de participación políticos dentro de su propio movimiento, merced a las nuevas tecnologías. Brasil y la riqueza y poderío de sus movimientos sociales se lo permiten.
Marina es de selva y tierra adentro, pero ha sabido montarse en la ola de nuestros días. Ha acertado a situarse plenamente en el aquí y ahora, en las circunstancias actuales. En este presente único de enormes posibilidades de emancipación, ha volcado todo su talento, su vigor intelectual, su entrega social, su poesía de selva; pero Brasil no puede aún aceptar una presidenta tan de la Madre Tierra. Deberá aguardar Marina Silva y todos/as los/as que estamos llegando de tantas selvas y montañas del planeta, de todos los que llevamos tanto tiempo esperando a que el respeto y amor a la Creación se instaure como valor supremo, también en el ámbito de la política y la economía. Deberá esperar ella y cuantos creemos en un planeta más verde, sostenible y solidario para todos.
Los mitos se han de relevar unos a otros. La historia avanza en base al vislumbre de horizontes cada vez más lejanos, que son capaces de presentar los grandes líderes. Lula, el tornero presidente, con toda su buena fe y determinación por elevar la dignidad de los más desfavorecidos, no deja de ser un hijo de los arrabales de Sao Pablo. No se avezó a cuestionar los pilares de la sociedad desarrollista. Más bien apretó el acelerador, no sólo en el ámbito económico, sino también armamentístico. Lula ya le propinó buenos tariscos a la Amazonía. Él y sus estrategas del desarrollo apostaron decididamente por el agrocomercio de soja y de vacuno, las plantaciones de transgénicos y las cosechas de caña de azúcar para la producción masiva de bioetanol. La carismática líder ecologista es hija de la selva, no del asfalto. Viene desde ella precisamente cuestionando las bases de ese desarrollismo a ultranza. Nació en Acre, en el extremo oeste de la República. Su origen extremadamente humilde concede valor añadido a su trayectoria brillante.
En medio de los grandes mitos, otra mujer también fuerte no exenta de su propio carisma, Dilma Rousseff, la guerrillera revolucionaria que ha alcanzado la presidencia siguiendo fielmente los pasos de su mentor. Se ha encontrado sin embargo con una protesta social que no puede satisfacer, entre otras cosas porque una sociedad aún tan injusta y materialista, difícilmente podrá responder a las necesidades de una ciudadanía brasileña de día en día más empoderada, madura y consciente. Las protestas de los días pasados son buen índice de ese nivel alcanzado.
Conviene estar al tanto de las iniciativas que a nivel planetario van emergiendo como alternativa al ya obsoleto y caduco sistema de partidos, en un intento de propiciar una participación más auténtica y directa. Tomemos nota en una España tan agotada y tan lastrada por las peores lacras del partidismo, de tan ejemplar liderazgo. El espíritu participativo de red ya va incidiendo en una nueva forma de hacer política en diversas geografías. Para lo que aquí ya se ensaya, será preferible tomar la referencia de los ejemplos más intachables.
A la vista de las sincronías, a veces las comparaciones son inevitables. Mejor que mirar a ese cómico italiano, cargado de ira y de personalismo, que en su ciego radicalismo en pocos meses ha diezmado el inmenso capital político del descontento en el país vecino, podemos observar al otro lado del Atlántico a esta vieja luchadora que a tan alto nivel ha elevado el ejercicio de la política. Marina ha dejado camaradas en la lucha, Chicho el líder serengueiro, pero habla de superación de la confrontación política. Podemos escuchar a esta mujer que lleva ya décadas cargando con toda su fina poesía, con toda su selva a cuestas, a esta líder que ha sabido verdaderamente conectar con las nuevas y despiertas generaciones y trabajar con ellas, para juntos abrir un futuro de más auténtica y entusiasmada participación ciudadana.
Koldo Aldai, 8 octubre 2013