Clint Eastwood lleva muchos años yendo a la esencia de las cosas (recordamos el magnífico «Cartas de Iwo Jima»), cada vez más y más. Su última película, “Más allá” (Hereafter), es un delicado y también potente film sobre la vida más allá de la muerte.

En la entrevista que hicimos a nuestro amigo Rafael Conca en 2006, nos habló de su muerte en 1937 y de su inmediata vuelta a la vida. Sus compañeros soldados le dieron por muerto, y él se notó muerto, vio el (precioso) más allá. La entrevista está en nuestra web (sección entrevistas, la incluimos también al final de esta nota) y también en el libro recopilatorio de entrevistas que tan amablemente nos editó Plataforma Editorial, El Corazón de las Palabras. Es una más de las tantísimas experiencias de morir y volver a la vida que ya están documentadas. Hace unas semanas estuve de nuevo con Rafael, en su piso de Elche, un rincón muy agradable en el que departimos de vez en cuando, el mar a lo lejos visible. Gratísimo encuentro, como siempre. Ya tiene 94 años pero sigue recordándolo todo como si fuera ayer…, y sigue trabajando todos los días enviando pensamientos de sanación y de luz a la humanidad y a otros seres. Me conforta saber a Rafael en el levante, mandando su vibración elevada, todos los días. Rafael perdió un hijo, y ha dedicado una parte importante de la vida a hablar de la muerte y a llevar consuelo a los que sufren una pérdida, explicando lo que hay detrás… Y se reafirma en lo dicho:

Lo dicho es: más allá hay armonía y luz, la vida sigue, sin las limitaciones de la mente y del cuerpo, en la ingravidez de que habla Eastwood en la película. En plenitud. Con capacidad de expresión ilimitada. Con capacidad de servir. Más allá ya se entiende la unidad de todo, trascendida la ilusión de individualidad con la que vivimos aquí. No hay dolor. No hay tristeza. Somos.

La película es terapéutica, limpiadora, muy sanadora. Eastwood te lleva al centro, al núcleo, habla de lo que nadie quiere hablar (la muerte). Sale uno caminando por la calle en silencio, absorto, en otro mundo, con ganas de encontrar el ser, sin conflicto con nada ni con nadie. En paz. Agradeciendo el trabajo y la visión de los que la han hecho posible.

En el camino de vuelta te cruzas con muchas personas en la calle, todavía hay luz, las tardes ya son más largas. Miro de frente a estas personas, que pasan como sin verme. Me parecen muy próximos, muy hermanos, aunque ellos no me ven, no me miran, nadie cruza su mirada con la mía, soy invisible para ellos. Cada cual en su espacio, en su universo. Con recogimiento, también con gozo, sigo caminando y entiendo hoy un poquito más acerca de la hermandad entre los hombres.

Y la vida sigue su curso.

Joaquín Tamames

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