Testimonio esperanzado de una maestra que ha perdido a su pequeño alumno

28-Abril-2009
Recibo esta tarde este mail. Como bien dice Belén, que el amor y la paz lleguen a esta familia destrozada. Y, añadimos nosotros, que guardemos los dos soles de David en nuestro corazón como un tesoro.

Los soles de David con sus caras sonrientes brillan y brillarán, y nos dan esperanza, aunque su cuerpecito ya no esté con nosotros.

Que ese dolor infinito no se pierda y eleve nuestra consciencia y nuestro propósito para sacralizar la vida.

Gracias, Belén, por tu precioso correo, y por tu autorización para compartirlo.

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Hola Joaquín, me llamo Belén y trabajo como maestra de educación infantil en un pueblo de Lugo, en Villalba. Este curso mis alumnos son de tres años. Y ayer por la tarde uno de ellos, David, tuvo un accidente con el tractor de su abuelo y falleció. Qué duro y qué difícil es un suceso de este tipo, aunque sepamos que estamos de paso y tenemos que marchar. Un abuelo destrozado, pidiendo haber muerto él, y una madre desesperada preguntándose mil veces ¿por qué? ¿por qué?. No hay palabras, sólo un dolor infinito. Y al llegar a casa hoy y leer tu correo del sol, pienso en esta mañana sin niños en el aula: miro sus trabajos, todo lo que pintó y dibujó estos meses, y sólo hay garabatos, rayas de muchos colores o sólo de uno en todos los folios, aún era muy pequeño. Pero ayer, ayer por la mañana él dibujó dos soles muy grandes, con caras riéndose. Era la primera vez que hacía un dibujo concreto, la primera y la última, y tenían que ser soles. Que el amor y la paz lleguen a esta familia destrozada. Gracias por tus correos.