En la película musical «Sonrisas y Lágrimas», para enseñar la escala musical a los niños, la «fräulein» María cantaba «…mi: denota posesión…»
En término similar lo define nuestro diccionario de la RAE: adjetivo posesivo, antepuesto a los sustantivos.
A pesar de esta introducción, mi reflexión no va a referirse a temas musicales u ortográficos, sino que pretende ser una llamada de atención y toma de conciencia respecto a la importante incidencia que tiene en nuestro bienestar y felicidad, el uso y abuso, que todos hacemos, del habitual, ordinario y frecuente adjetivo «mi»/ «mío» .
Cuando nos referimos a todo lo que tenemos, en nuestra mente, cuerpo y vida, ya sea material o inmaterial, visible o invisible: personas, mascotas, objetos, creencias, títulos, sentimientos, plantas, órganos y partes del cuerpo, etc… dejamos constancia de su posesión anteponiéndole el «mí»; o reafirmamos nuestra propiedad con una sola palabra: «mío».
Esa creencia, ese sentimiento, consciente o inconsciente, de posesión y propiedad es causa de problemas, infelicidad y sufrimiento. Y ello, porque la idea base es falsa: “Lo mío es mío y yo decido sobre mi posesión y propiedad”. ¡Craso error!
Nada es ni ha sido nunca de uno, a excepción, quizá de la libertad de pensamiento y la experiencia.
Lo que tengo, puedo perderlo, me lo pueden robar o quitar, se puede deteriorar, puede irse, puede morir… eso da preocupación, angustia, miedo, estrés.
Al pensar y decir: mis padres, mi pareja, mi hijo, subconscientemente estamos considerándolos de nuestra propiedad. Por eso nos permitimos controlarlos y manipularlos para que sean y hagan según nuestros deseos; incluso nos atrevemos a decidir por ellos. Hacemos daño y a la vez sufrimos al no sentirnos queridos o temer la ausencia o abandono, temporal o definitivo.
Igual nos ocurre con el dinero y los objetos materiales: casa, coche, complementos… nos da miedo perderlos, que se deterioren, que nos los roben. Hasta nuestro cuerpo físico se deteriora y la vida física deja de existir en un momento dado.
También pueden pretender quitarnos nuestra auto-estima, coraje, ilusión, dignidad; robarnos nuestros sueños y esperanzas…
Es claro: solamente el Ser, lo que somos y no lo que tenemos, crece, se desarrolla, se expande y, a su debido tiempo, no se pierde ni desaparece, sino se transforma.
«Solo poseo lo que soy»: es la premisa correcta.
Ser consciente, reflexionar sobre la cuestión nos hará cambiar nuestros patrones de pensamientos erróneos y dedicar enfoque, tiempo y esfuerzos a lo verdaderamente importante y que redunde en bienestar, felicidad y paz: ser vs. tener.