Trescientos cuarenta y tres intelectuales franceses han suscrito un manifiesto a favor de la prostitución, cuyo título reza “No toques a mi p.” Mejor huérfanos. Mejor que nos guíe el viento, la intuición, las estrellas… No podemos ser conducidos por cierta intelectualidad “progresista”, so pena de abocarnos a profundo abismo. Mejor nos conduzca la propia vida que es entrega, generosidad, pureza, armonía…
Debieran estar siempre juntos. El amor es al sexo , lo que el agua a la planta, lo que el aire a los pulmones, lo que la sal a la mesa… Todo el oro del mundo no debiera valer para comprar los labios de una mujer. Hay néctares sin precio de mercado, sólo asequibles a una incondicional donación, cuya única letra de cambio lleva por nombre fidelidad. Hay gozos que nunca debieran estar sujetos a monedero. No es purismo de púlpito, no se trata de una cuestión religiosa, sino de una ética universal que ha de ir progresando, una ética crecientemente consensuada que frene las derivas intelectuales, que ponga límites a la compra venta, que recoja todas las dignidades.
“No toques a mi p”, dicen los “intelectuales” de al lado, pero ella era tierra sagrada antes de que nadie entrara en su cama y le pusiera torpe mano encima. La intimidad no debiera estar sujeta al saldo de una cuenta, sino a la ternura y el amor en la punta de los dedos. Lo sagrado no está a la venta, no tiene precio, por ello precisamente no se cotiza. Los pechos de la nutridora, de la sostenedora no se profanan. El cuerpo de la mujer, de la madre, de la compañera, de la hija… es bendito. Todo el respeto a quien engendra la vida. La semilla del hombre también es sagrada. De ahí igualmente el error de tirarla en pensiones, hoteles y lupanares. El líquido más preciado perpetúa el futuro, acerca a las nuevas generaciones, trae las nuevas nanas…, tampoco se derrocha.
La libertad acaba en el preciso lugar en el que empieza la denigración ajena. Ella no es p. Ella puso en venta su cuerpo, sin saber que no tiene precio, sin reparar en que habitaba la tierra más sagrada. El mal de esta civilización materialista es que desconoce cuando holla tierra sagrada. Podemos hablar de la piel de la mujer, pero igualmente podríamos hacerlo de la epidermis de la Madre Tierra, o de las entrañas de los mares… La evolución humana puede tener que ver con el ensanchamiento de los ámbitos protegidos. En este sentido, no está de más preguntarnos si la química del anticonceptivo es tan diferente de la que envenena los campos y adultera nuestros alimentos. Huelga la provocación en la pregunta de si no debiera pulsar libre la vida en todas las geografías.
Hemos perdido en gran medida la noción de lo intocable. Sí, siempre ha habido prostíbulos, pero no había quien se atreviera a justificarlos. Sí, la prostitución será el oficio más antiguo, pero nadie arengaba en los periódicos en su defensa. Por lo demás, lo antiguo no apuntala necesariamente el futuro, sí un presente más consciente, responsable y solidario.
Yerran los “intelectuales” allende los Pirineos. Ella no es p. Nadie merece ese nombre. Ningún hijo/a de Dios ha de ser nombrado/a por ese calificativo. Se impone un trato más digno. Piel con piel, sólo mientras que medie el amor, nunca el dinero. No la toques. Ella es todas las madres. Ella es un ser maravilloso. No la desnudes, no la manches… Ella no es tuya. Nunca lo será, por más billetes que dejes en su mesilla.
Koldo Aldai, 2 noviembre 2013