Todo ser humano que viene a encarnarse a la tierra, por muy evolucionado que sea, lleva en él las semillas de los dos mundos: inferior y superior. Aunque veáis en su cuna a un niñito inocente, ¡esperad algunos años…! Lo que caracteriza al hombre, es que es al mismo tiempo una divinidad y un animal. Sí, es el encuentro de estas dos naturalezas, la divina y la animal, lo que hace que sea un hombre, y no puede separarse ni de una ni de la otra, sino que debe dejarlas crecer juntas y trabajar con ellas con el fin de armonizarlas. Y gracias a este acoplamiento, podremos seguir nuestro camino ascensional durante nuestra vida terrena. Si preguntamos a un gran Maestro porqué existe el mal, no nos responderá, solamente nos enseñará a trabajar con él para obligarle a colaborar en la manifestación del bien.
Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86), Pesamientos cotidianos, Editorial Prosveta