
Es preciso un cambio de paradigma, en el que la buena voluntad, la colaboración y la cooperación entre las personas sustituyan a la ofuscación, a la avidez y al odio tan característicos de nuestras sociedades modernas. En el nuevo paradigma la inclusividad debe prevalecer sobre la exclusividad, pues como la globalización nos enseña, todos somos dependientes de todos, formamos parte de una gran familia humana en la que todo está interrelacionado.
¿Cómo ayudar desde nuestra modestia al tan necesario cambio de paradigma?
Aïvanhov insiste, como Krishnamurti y tantos otros, en que si realmente queremos cambiar el mundo, debemos empezar desde dentro, desde cada uno de nosotros. Quizás procede reducir el ruido externo que nos bombardea cada día (y también el interno producto del charloteo sin fin de nuestramente) y mirar hacia adentro, para encontrarnos con nuestro propio yo, y desligarlo del ego, ese tirano con el que nos identificamos y al que siempre queremos satisfacer. Estos pensamientos de Aivanhov nos recuerdan así que la mejor alquimia, el mejor milagro, podemos hacerlo sobre nosotros mismos, recuperando nuestra naturaleza primordial para cambiar primero nuestro mundo y contribuyendo así a la regeneración de nuestra tierra.
Con este ánimo para 2006: ¡Un fuerte abrazo!
Fundación Ananta