Nelson Mandela ya era universal, ahora es eterno. ¿Qué querría Madiba  en este momento en el que se preparan los funerales de estado en Pretoria, este instante del adiós en el que mundo entero se detiene y observa? Querría lo que siempre ha querido: nada para sí mismo, todo para el ideal.

Cuando un hombre vive con pasión un ideal se convierte en él, la pasión es el motor de la vida, una vida sin pasión está poco viva… Seamos apasionados como él lo fué. Su vida atestigua que la pasión orientada a lo noble nos hace nobles, él sentía pasión por la justicia y la libertad, la vida le concedió las condiciones para convertirse en la libertad misma, la justicia misma, él aceptando danzó con ella.


En su discurso en homenaje al gigante, el presidente Obama elige lo esencial, enamoran los que ven lo esencial… Comienza citando la declaración que Mandela realiza en su juicio de Rivonia en 1964 antes de ingresar en prisión » He luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra…  » No importa de quién o de dónde proviene el mal, importa el mal; importa relacionarnos con él como Madiba: transformándolo. No podemos transformar aquello que negamos o que tememos. Cuando dejamos de negarlo, cuando no tenemos más remedio que afrontarlo porque huir ya no es posible, el mal se revela como lo que es: el sparring del bien. Lo mejor de nuestras vidas viene de la superación de grandes dificultades, así como lo mejor de la vida de este gigante, que ayer partió para quedarse, provino de su capacidad de transformar la adversidad.

El luchó a brazo partido con la dominación, apasionada, valientemente. Con su ejemplo nos permite vencer. La dominación, la injusticia, la pobreza son hijas del egoísmo ¿y si estuviéramos más llamados a vencer nuestro propio egoísmo que a cambiar el de los demás? ¿Y si nos ocupáramos de hacer el bien en vez de criticar el mal? Hay una relación íntima entre el mundo y el mundo interno que debemos contemplar, cuando sentimos que lo que ocurre afuera es una oportunidad para que algo adentro se transforme hacemos como Madiba, aceptamos la danza y nos convertimos en agentes del bien.

¿Cómo serían nuestro sentir y nuestro obrar si dejáramos atrás el egoísmo? Cuando no actuamos pensando en nuestra conveniencia personal sino alineaos con lo correcto – como Mandela – una fuerza diferente comienza a tomar posesión de nuestra mente y la moldea, una bondad nueva toma posesión de nuestras manos impregnando nuestras acciones, una luz hasta ahora desconocida enciende nuestra mirada cambiando el mundo que vemos … y comprendemos que no veíamos. Cuando no actuamos pensando en nuestra conveniencia personal cada paso que damos nos acerca a la verdadera felicidad.

Quizás la vida de Mandela tenga en común con la de Gandhi y la de todos los gigantes precisamente eso: ser testimonio de la superación del egoísmo. Preguntémonos ¿cómo podría haber opresión racial, sexual, económica, religiosa o de ningún otro tipo si nos liberamos del egoísmo? ¿Es excesivamente alto el ideal de un mundo sin egoísmo, un mundo en el que colaborar, ya no competir; respetar ya no criticar, alegrarnos por los logros ajenos dejando por fin de envidiar? ¿Somos acaso felices cuando nos habitan la competitividad, la envidia, la crítica y todos los demás vicios derivados del egoísmo?

¿Un ideal demasiado alto? ¿Es necesario ser santos para superar el egoísmo? ¿Qué es la santidad? Como no lo sabemos, dejemos que Mandela nos responda » No soy un santo, excepto si pensamos en un santo como un pecador que sigue intentándolo».

Quizás estemos llamados todos a la grandeza, si la grandeza es seguir intentándolo.

Isabella di Carlo, 6 de diciembre de 2013