Un joven y una joven comienzan a amarse. De vez en cuando se encuentran, se escriben; los pequeños regalos que se hacen, los pequeños mechones de cabello, la más pequeña flor o el más pequeño pétalo de rosa son para ellos como unos talismanes cargados con un océano de efluvios. Se sienten felices, estimulados, inspirados. ¡Él es un caballero, un príncipe, y ella la Bella Durmiente del Bosque! Viven en la poseía, se pasean, se miran, todo se vuelve hermoso, su amor es puro e ideal. Pero el día en que deciden empezar a vivir su amor en el plano físico, poco a poco desaparece la poesía y ésta es reemplazada por la prosa.

Diréis: «Pero no podemos siempre permanecer en el lado ideal.» Sois vosotros quienes lo decís. Si os empeñáis en descender a toda costa, hacedlo, pero abandonaréis el mundo de la poesía, de la verdadera belleza, y vuestra alegría misma será menos grande. Así pues, tanto como podáis, mantened un poco de distancia en el amor, porque es precisamente esta distancia la que os colmará, la que os inspirará. Gracias a ella seguiréis amando.

Omram Mikhäel Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Editorial Prosveta.