Gracias a la química y a diferentes técnicas, la medicina ha hecho grandes progresos, no se puede negar. Pero la mejor medicina, es situar a los seres en condiciones que refuercen los sistemas de defensa de su organismo, es decir, simplemente, que refuercen la vida en ellos. Sí, sólo la vida es realmente poderosa. Mirad cómo ella se las arregla para cicatrizar las heridas, reventar un absceso, hacer que crezca una piel nueva… Y sin embargo, esta vida tan preciosa, es la más descuidada. Los humanos se dedican a toda clase de actividades desordenadas con las que malgastan su vida: la empobrecen, la agotan hasta el punto de que no es capaz de remediar la mínima indisposición.

Entonces, recurren a las píldoras, las pastillas… ¡Pero son sustancias muertas! Y si se les previene: «Atención, ¡estáis perdiendo todas vuestras energías!», se asombran. «¡Pero cómo! ¡Las energías están hechas para ser gastadas!» De acuerdo, pero gastadas razonablemente y no dilapidadas. «

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta