En memoria de los últimos fallecidos intentando llegar a Europa

16-Febrero-2009
La foto de la página 12 de El Mundo de hoy en la que un buzo saca del mar el cadáver de un niño de 11 ó 12 años nos ayuda a entender el concepto de compasión.
Ese niño ya muerto en esa patera es como mi hijo menor, es como cada uno de nuestros hijos y es cada uno de nosotros.

La imagen me duele y me conmueve, y me frustra no haber hecho nada o no poder hacer nada ahora mismo por tantos y tantos casos que se están dando en el mundo. Me duele saber que mientras yo estaba probablemente descansando en mi casa en la noche del domingo, ese niño estaba pereciendo solo y sin ayuda posible en las aguas del Atlántico, lejos de su casa y buscando un rayo de esperanza para vivir una vida digna.

Por eso, hoy, en nuestras ciudades, cuando veamos que un emigrante nos pide ayuda pensemos dos veces antes de rechazarlo. Y si nos pide una limosna y podemos permitírnoslo, démosle 20 euros, aunque sea renunciando a algo que teníamos previsto. Y con los 20 euros, démosle además una sonrisa de corazón y de mirada a mirada, en recuerdo y en respeto por ese niño. Hagámoslo por ese niño.

Puedo intentar mandar amor desde mi mente a ese niño y a su familia, y a todos los que sufren. Le imagino cuando vino al mundo hace diez u once años, las visitas de la familia y los vecinos al padre y a la madre, seguro que cargados de dulces y sonrisas, los proyectos, los planes, luego sus correrías de chaval de seis o siete años detrás de un balón, su capacidad de sonreir a la mínima…

La consciencia debe servirnos para conmovernos, para elevar nuestras miras y para intentar santificar nuestro comportamiento. Como Shantideva, debemos ponernos a disposición de quien sea para aliviar el dolor del mundo, y para llevar un rayo de esperanza allá donde no la haya.

Al final todos llegaremos a donde tenemos que llegar, desde ese punto de vista no puedo más que ser optimista. Pero, entretanto, el dolor es parte nuestra. Sepamos transmutarlo en bondad y en amor, he ahí, creo, una de las claves.

Joaquín Tamames