«Dar como el sol, amar como el sol… éste es el ideal que debemos esforzarnos por llegar a realizar un día. Cada vez que la conducta de los humanos nos inspira impaciencia, irritación, desánimo, tenemos una solución para poder superarlos: volvernos hacia el sol que, allí arriba, sigue brillando incansablemente, imperturbablemente. Diréis: «Pero al sol le resulta fácil seguir imperturbable: está tan lejos que nada le alcanza.» Sí, pero en nosotros también hay algo que siempre está fuera de alcance: nuestro Yo superior, porque nuestro Yo superior está en el sol. Mirando hacia el sol llegaremos un día a unirnos a nuestro Yo superior y a vivir como él en una paz que nada puede turbar.
Nuestro Yo superior habita en el sol en dónde participa en el trabajo divino. Cuando sepamos armonizar las vibraciones de nuestro yo terrestre con las de nuestro Yo celestial, descubriremos que el Creador ha depositado en nosotros tesoros de generosidad y de amor.»