En el mundo de la empresa hay ahora mismo dos grandes fuerzas que se oponen y que protagonizan una lucha soterrada. Por un lado, existe una fuerza de progreso, que habla de interdependencia en vez de independencia, de cooperación en vez de competencia y de ganar-ganar en vez de ganar-perder. Esta corriente cree en la gestión y en el liderazgo basados en principios, en valores, y ello lleva a la preocupación por la responsabilidad social corporativa, por el desarrollo sostenible y por la conciliación entre vida profesional y personal. Junto a esta fuerza positiva, hay una fuerza opuesta que está anclada en el pasado y que quiere aferrarse a los privilegios. Para esta forma de entender los negocios (y la vida), el fin justifica los medios: y el fin es enriquecerse y el ejercicio del poder, el mayor tiempo posible, y al precio que sea. Este enfoque lleva a la infelicidad de muchas personas en el ámbito laboral, infelicidad que también se extiende al resto de su vida.
El consultor norteamericano Gary Hirsch ha postulado que en toda empresa deben darse tres pilares: beneficio, creatividad (que alimenta el beneficio) y armonía (que alimenta la creatividad). Propone, para apuntalar estos tres vectores, un decálogo empresarial que quizás valiera la pena que sigamos. Dice así:
1. Aumentar el bienestar de los demás
2. Respetar los compromisos financieros
3. Actuar con ecuanimidad
4. Transmitir sólo impresiones verdaderas
5. Unir a la gente
6. Hablar con profesionalidad y respeto
7. Hablar solo de cosas significativas
8. Ser feliz con lo que tienes
9. Celebrar los logros ajenos
10. Ser consciente del potencial oculto de todas las cosas
Pienso que este decálogo puede ayudarnos a recuperar la esencia del verdadero espíritu de “hacer empresa”, que va más allá del pobre y limitado concepto de “hacer dinero”.
La Redacción
Fundación Ananta