El hombre no está hecho para quedarse enganchado a la tierra, sino para viajar a los otros planetas, a las otras estrellas, porque para el alma no hay obstáculos. El cuerpo, evidentemente, es demasiado denso, no puede volar por el espacio, pero el alma no encuentra obstáculos, ni barreras, ni pantallas. Sólo que, para que pueda viajar, es preciso que sus lazos con el cuerpo no sean demasiado poderosos. Si los apetitos, los deseos, las codicias, atan al alma al cuerpo físico, entonces es su prisionera y no puede emprender el vuelo para experimentar las cosas de arriba.

Omraam Mikhaaël Aïvanhov, Los esplendores de Tipheret, El sol en la práctica espiritual, página 237. Editorial Prosveta. Imagen: Jonás Cruces en el desierto de Akkakus, Libia, diciembre 2006