«Una llama es tan débil que basta un soplo para apagarla. Pero si la alimentáis, se puede convertir en una verdadera hoguera, y los mismos soplos que la amenazaban, la reforzarán hasta el punto de que ya nada se le podrá resistir.

La llama es un símbolo del espíritu en nosotros, y si no la alimentamos, a la menor dificultad se apagará. Encontramos así a mucha gente que ha dejado apagarse en ellos la llama del espíritu, y por eso, ante el menor obstáculo, se desaniman y se derrumban. En cuanto a aquéllos que han aprendido a mantenerla mediante la oración, la meditación, la contemplación, no solo no les detienen los obstáculos, sino que les impulsan a avanzar aún más lejos, con todavía más ardor. Así pues, las mismas dificultades que derriban a los débiles, refuerzan a todos aquéllos que mantienen en ellos la llama del espíritu.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Salinas de Pisuerga (Palencia),11 diciembre 2018 (cortesía de Marga Lamoca)