Queridos amigos:
 
Debido a mis tres clases en el día de hoy, cuyos horarios corresponden con este significativo acto, me he visto en la obligación de escribir un texto para vosotros en lugar de estar aquí disfrutando como otras veces de vuestra cálida y confortadora presencia. Me queda el consuelo de que estoy en alma con vosotros y el de que pondrá voz a estas líneas mi muy querido y entrañable amigo, hermano espiritual, Joaquín Tamames. Mientras tanto yo, en mis clases de meditación, estaré mental y emocionalmente conectado con todos vosotros, ya que como le dijo Gandhi a Tagore, no hay comunicación más elevada que la que es de alma a alma.


Seguramente todos los presentes estais al corriente del enorme cariño, admiración profunda e inquebrantable amistad que siempre he tenido a mi hermano Miguel Angel, que ha desencarnado a finales de Abril y con el que estuve muy estrechamente unido y en profunda comunión desde que vino a este mundo dieciseis meses después de que yo lo hiciera. Juntos, un buen número de años moderados por Federico Sánchez, hicimos a lo largo de cuarto de siglo un programa de radio juntos, llamado la Tertulia Humanista; juntos viajamos un par de veces a la India y juntos escribirmos un libro. Era un exquisito poeta, un rapsoda fenomenal y sobre todo, y esto nadie que le haya conocido lo pondría jamás en cuestión, una persona siempre cooperante, generosa, encantadora y que sabía buscar la manera de ayudar siempre a los demás. En justicia tengo que decir que era un mahatma, un alma grande y un corazón que tanto se había dado a los demás, que finalmente se rompió. Pasó por esta vida siempre haciendo el bien, como escribió en su sección de La Razón el gran periodista Jesus Fonseca, pues ambos mucho se querían. Confieso, sí, que sentía un gran fervor por mi hermano Miguel Angel, que siempre se volcó por ayudarme y difundir mis actividades, y que como nadie sabía dar y darse. Ya señala Gibrán que «lo mejor de ti sea para tu amigo». Miguel Angel Calle me dió siempre lo mejor de sí mismo. Si hay otras vidas, en todas me gustaría que fuera mi hermano; si nos fundimos con el Todo, sería muy feliz estando fundido con él. Ya está en otros avatares (término que él gustaba a menudo de utilizar en los programas de radio), pero su esencia late en cada célula de mi ser. Gracias, mi querido hermano. Mi vida sin ti hubiera siempre estado incompleta.
 
Miguel Angel era un hermano espiritual para Federico Sánchez y un amigo de esos que realmente son del alma. De hecho habían acordado que Miguel Angel fuera el vicepresidente de la Sociedad Española de Escritores Humanistas. Siendo él mismo un verdadero humanista y un gran pensador, hubiera aportado mucha sabiburía a esta Sociedad. Se que Federico siempre sentirá su presencia en cada asamblea o reunión que se convoque. No puedo dejar de mencionar al que ha sido a lo largo de casi toda una vida el confidente y amigo incondicional de mi hermano, así como una persona inquebrantablemente leal, y que es Juan Castilla.  
 
Conozco a Federico hace muchos años. He seguido su labor radiofónica y humanista muy de cerca, y acabo de prologar una obra suya sobre Buda y Jesús. Combina a la perfección ser una persona de hogar y una persona con elevadas tendencias místicas, porque sabe que la verdadera espiritualidad hay que vivirla día a día e impregnar con ella nuestras actividades diarias. Se que entregará toda su energía y conocimientos a promover y velar por la Sociedad Española de Escritores Humanistas, que se inspira en una actitud ecléctica, adogmática y de apertura a todas las corrientes espirituales y humanistas.  Hago votos porque cuente con el apoyo de todos aquellos escritores que con sus obras o reportajes tratan de fomentar el respeto por todas las corrientes de pensamiento y, sobre todo, humanizar el planeta. Si algo necesita este mundo convulso es lucidez  y compasión.
 
A buen seguro que esta sociedad será un fertil helecho para que prosperen  los intercambios espirituales e intelectuales entre sus miembros y sus invitados y simpatizantes. Faltan este tipo de iniciativas, pero Federico, siempre velando por la genuina espiritualidad y lo más profundo de la filosofía y la metafísica, ha tenido la afortunada idea de poner en marcha una sociedad que abrirá sus puertas a todos aquellos escritores e intelectuales que deseen compartir y no imponer sus puntos de vista y opiniones.
 
Muchas gracias y un abrazo inmenso para todos. RAMIRO CALLE