Hoy se nos habla del gran poder de la bendición.

Puede extenderse, se nos dice, a todo lo que tocamos.

Puede también abarcar, con la mirada, todo lo que vemos, el universo entero.

Le energía benéfica de la bendición impregna al que la emite, generando una dilatación y felicidad extraordinaria: la de la Unidad.

La vida es lucha y pelea, nos enseñamos unos a otros desde pequeños, y no hay tiempo para bendecir.


Pero cuando uno bendice sale de la rueda fraticida y entra en otro universo.

Acuden entonces los ángeles, en sus distintas manifestaciones.

La vida entonces se transforma.

«Cuando hagáis cualquier cosa, pensad sólo en ejercer influencias benéficas aprendiendo a utilizar vuestras manos que son uno de los mejores instrumentos de transmisión que existen. Cuando acariciáis la cabeza de aquél o aquella a quien amáis, en vez de buscar un placer egoísta, concentraros en vuestras manos y decid: «Que Dios te bendiga. Que en esta cabeza reine la luz, que todos los ángeles vengan a morar en ella.» En ese momento, vuestro amor dejara de ser puramente sensual, se transformará en una energía benéfica que os traerá también a vosotros una sensación extraordinaria de alegría, de dilatación. Y cuando toquéis la cabeza de vuestro hijo, sus piernecitas o sus bracitos, bendecidle también para que los ángeles acudan para hacer de él un ser magnífico. Aprended a bendecir todo lo que tocáis: los objetos, la comida, los seres. Esta es la verdadera magia blanca.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: primeros días de primavera en Madrid{jcomments on}