Hay un trabajo silencioso y muy potente de servicio a la humanidad.

Figuradamente consiste en subir a las minas celestiales y extraer los tesoros que luego podemos repartir en la tierra.

El tesoro es nuestro pensamiento lleno de compasión y de amor.

Puede ser distribuido por el mundo, en imitación del Padre, según reza el antiguo mantra: “que el amor del Ser Divino se derrame por todas partes”.


Si, nuestro pensamiento iluminado y pleno puede derramarse por todas partes y alcanzar al mundo entero.

Pero para ello debemos estar limpios de corazón y conectados con nuestro Ser.

Es así un trabajo purificador, primero hacia nosotros, luego hacia el mundo.

Nuestras ondas al espacio pueden ser malignas o benignas.

Nuestro rostro dará fe de su cualidad.

Si decidís ampliar vuestra actividad, la actividad del pensamiento y del sentimiento, un día seréis capaces de enviar alimento a todo el mundo, un alimento celestial. Os preguntaréis ¿cómo es posible? He aquí un ejemplo. Os encontráis un hombre o una mujer que os inspiran admiración y amor. Decíos que, en el invisible, vuestros pensamientos y vuestros sentimientos viajan, y no alcanzan sólo a este hombre o a esta mujer, sino también a muchos otros que se encuentran aquí en su camino y que, de pronto, sin saber cómo ni porqué, se sienten ellos mismos habitados por el amor, la alegría y la esperanza.

¡Cuántas ondas circulan de esta forma por el espacio, sin saberlo aquellos que las emiten ni aquellos que las reciben! Intentad a partir de ahora tomaros en serio esta verdad, a fin de que podáis dar a todos los mejores alimentos de vuestro corazón y de vuestra alma.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: madre y niño en el dispensario de Piikhana,  programa Colores de Calcuta, agosto 2011