«Supongamos que acaba de estallar una disputa entre los miembros de una familia: ¡qué espectáculo, qué estruendo! De repente, un amigo que todos aprecian y respetan llama a la puerta… Inmediatamente todos se esfuerzan en poner buena cara, e incluso se miran amistosamente para que el amigo no se de cuenta de que estaban en plena tragedia.

Seguramente habréis tenido la ocasión de vivir esta experiencia, ¿no es cierto? Entonces, ¿por qué no extraer conclusiones para vuestra vida interior? Cuando estalla el desorden en vosotros, si os ponéis a rezar con mucho entusiasmo, podréis comprobar que, de repente, todo se apacigua y volvéis a sentir calma y alegría. ¿Por qué? Porque ha venido a visitaros un amigo, y en su presencia todos los demás habitantes interiores, temiendo mostrarse groseros, se tranquilizan. Y si le rezáis a este amigo con más frecuencia y fervor para que no se vaya más, para que se quede y habite en vosotros definitivamente, que se instale en el centro de vosotros mismos, cuando esto suceda, la paz y la luz reinarán en vosotros para siempre.»

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Editorial Prosveta. Imagen: Atardecer en Antigüedad, Palencia, 26 junio 2016 (cortesía de Marga Lamoca)