En la meditación de plenilunio de ayer evocamos la figura del Cristo.
Le evocábamos en postura de loto, en una ladera del Himalaya, bajo un gran cedro, enviando la energía del amor y de la buena voluntad a la Humanidad.
Le evocábamos muy presente en el cuerpo etérico de la tierra, animando a los hombres y mujeres de buena voluntad a hacer el bien.
Le evocábamos desparramando amor y luz por toda la tierra y pidiendo a todos aquellos que quieran colaborar que lleven amor y propósito allá donde vayan.
Que Su presencia nos conforte y anime.
Que seamos dignos.
“Que el amor del ser divino se derrame por todas partes…”