Cada uno de nosotros podemos construir nuestro mundo.

Muchos lo construyen sobre cimientos de falsedad y de mentira, y por eso la falsedad y la mentira están tan presentes en la tierra.

Pero el mundo puede construirse también sobre la verdad y la luz, y entonces ese será nuestro mundo.

La impecabilidad personal es el camino más directo hacia la luz y hacia la pureza.

Y cuando la luz y la pureza entran, aunque sea tímidamente, en nuestras vidas, se produce el milagro de que se construye el Cuerpo de Gloria.

La vida nos llama al lado humano excusivamente o a la integración del lado divino en lo humano.

Los que viven la luz y la verdad están en esa magia de traer a Cristo aquí y ahora.

Todo lo demás son distracciones y vueltas y vueltas sobre la rueda de la vida: cada vez más cansados.

Otro mundo nos llama, pero hay que estar atentos.

«En ocasiones pensáis: «¿De que sirve que rece, que medite y que me esfuerce para vivir en la luz y en la pureza? Esto no aporta nada a nadie, ni siquiera se dan cuenta». Pues bien, ¡os equivocáis! Desde el momento en que habéis hecho esfuerzos para vivir en la armonía, en la luz, vuestra presencia aporta algo valioso cuya influencia no podéis medir. Incluso si sois desconocidos o estáis escondidos, el amor y la luz que emana de vosotros son recogidos por entidades invisibles que se nutren de ello, y estas entidades pueden también transportarlo muy lejos para salvar a otras criaturas que piden ayuda.

En su inmensa sabiduría, el Eterno no ha dejado nada inútil. Cuando las personas se reúnen para rezar, ¡cuántos espíritus pueden venir a extraer de ellas las quintaesencias que servirán para curación de los males de la humanidad! Pensad en ello y veréis cómo de repente vuestra existencia tomará un nuevo sentido. «

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: región del Chomolari, Bhutan, 15 mayo 2010