«Largo y difícil es el camino de aquél que se compromete con la vida espiritual. Pero su trabajo puede resumirse en unas palabras: en vez de dejar que su naturaleza inferior, instintiva, animal, imponga su voluntad para esclavizarle y expulsarle sin cesar del Paraíso, se esfuerza en dar siempre la última palabra al espíritu, en someterse a las leyes del espíritu, para que las potencias de la eternidad vengan a reinar en él.

El espiritualista trabaja así para introducir en su existencia cotidiana unos elementos sutiles, unas quintaesencias que él mismo posee en la parte más elevada de su ser. Con sus pensamientos, sus sentimientos, su fe, sus esfuerzos, mantiene la chispa que hay enterrada en él; añade algo al desarrollo ordinario de los acontecimientos, algo que brota, que irradia, algo en lo que se manifiesta la presencia del mundo divino.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Ruta del Agua, isla de El Hierro, 29 de febrero de 2016