Desde el Yo superior, que es el alma, el ser humano es clarividente.
Dispone del poder de la intuición, que es la capacidad de ver desde el alma.
Tristemente, nuestra estancia en la tierra es un permanente desaprender y olvidar para quizás (y es solo un quizás), luego aprender y recordar.
Recordar… para volver al Ser en un largo camino circular.
Esa es la gran reconquista: recuperar la consciencia de nuestra naturaleza espiritual, desde la que todo tiene otro sentido.
Por eso es tan importante tener siempre la pregunta en los labios: “quién soy yo”, hasta que la consciencia del alma queda grabada en nuestra vida.
Vivir en la consciencia del Yo superior o alma es la única manera de escapar del maya, de la ignorancia, del no-ser.
Entonces nos maravillaremos de todo lo que somos capaces de descubrir.
Y también se nos dice: “nos mantendremos en la altitud, sumergiendo nuestra mirada en el universo”.
La verdadera clarividencia, es una facultad que sólo podéis desarrollar elevándoos hasta la cima de vuestro ser, vuestro Yo superior. Cada día, pensad que conseguís subir hasta él, que os identificáis con él: os mantenéis en esta altitud el máximo tiempo posible y, desde ahí, sumergís vuestra mirada en el universo… Puesto que vuestro Yo superior es omnisciente, identificándoos con él, todo lo que habéis adquirido ya, aun ignorándolo como conocimientos, desciende poco a poco hasta vuestra conciencia, y os maravilláis de todo aquello que os sentís de repente capaz de comprender y de descubrir.
La única visión real, es aquella que os da los ojos del espíritu. Al principio, tendréis la impresión de no ver nada, pero perseverad… Haciendo cada día el esfuerzo de identificaros con vuestro Yo superior, preparáis el terreno para la verdadera clarividencia.
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: Circo de Gredos, Avila (10 febrero 2012) (foto de Jonás Cruces <http://www.todovertical.com/>