Todo lo que hacemos a los demás nos lo hacemos a nosotros mismos.

La ley del karma, de la causa y efecto, nos obliga a reparar todo lo negativo, pues todo lo que hacemos nos vuelve.

Los humanos podríamos evitar mucho sufrimiento si esta ley estuviera impresa en nuestro interior.

Esta ley nos lleva a la consciencia de la hermandad universal, a la idea del prójimo, que entendemos bien a nivel abstracto, pero que en la práctica no vivimos.

Engañar significa engañarse. Hacer daño significa dañarse. Envenenar significa envenenarse. Las reglas son muy claras.

Por eso la llamada a ayudarnos unos a otros, que en una vuelta de la espiral puede llevar a otros estados de consciencia.

Los grandes seres nos convocan a ser nobles y dignos, reconocen en nuestra naturaleza el potencial superior.

Esa es la llamada: ir al encuentro de la naturaleza superior en cada intercambio con nuestros hermanos.

Por eso el antiguo mantram nos dice: “trata de amar y no odiar”.

Un ser no se vuelve verdaderamente moral hasta que se despierta en él la sensibilidad hacia todo lo que es colectivo, universal, cósmico. Esta facultad le permite, no sólo entrar en el alma y en el corazón de los demás, sino también, si les hace sufrir, sentir él mismo los dolores que les ha infringido y tratar de repararlos.

Un día, los humanos deberán comprender que todo lo que hacen a los demás, tanto el bien como el mal, se lo hacen también a ellos mismos. Aparentemente, cada ser está aislado, separado de los demás; pero en realidad, en el plano espiritual, algo de él vive en todas las criaturas, en todo el universo. Si esta conciencia universal está despierta en vosotros, en el momento que perjudicáis a los demás, sentís que también vosotros sois lesionados. Y lo mismo ocurre cuando les aportáis vuestra ayuda y vuestro amor. He ahí el fundamento de la moral: cuándo el hombre comienza a sentir en sí mismo el mal y el bien que hace a los demás.

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: “Tibet” (c. 1936-47), pintura de Nicholas Roerich{jcomments on}