La gran tragedia del hombre contemporáneo es que ha roto todos sus lazos con el mundo sutil.

Kant lo expresó muy adecuadamente cuando, preguntado sobre la esencia de la modernidad, respondió “la modernidad significa que si alguien entrase en tu cuarto y te sorprendiese arrodillado, rezando a Dios, te avergonzarías”.

Mientras no recuperemos esa conexión viviremos como pequeño corcho en el mar, mecidos de aquí para allá, en un mundo fundamentalmente oscuro.


Pero el mundo sutil nos habla si tenemos las antenas dispuestas.

Disponemos de un sofisticado sistema para esa conexión (ese es nuestro gran regalo).

La conexión (la unión) nos ayudaría a comprender el mundo y por encima de todo a conocer nuestra inmortalidad como alma.

A partir de ahí todo cae por su propio peso, y en especial y muy poderosamente la idea de la hermandad, de la unidad.

Urge buscar esa unión con lo superior.

Esa debe ser nuestra primordial tarea.

«¡Cuántas de las inquietudes y angustias experimentadas por los humanos provienen de que tienen la sensación de haber sido lanzados al mundo como a un desierto en el que se encuentran solos, perdidos, sin nadie que pueda responder a sus preguntas, a sus peticiones! En realidad, no, no están solos, y se darán cuenta de ello el día en que tomen conciencia de que forman parte de un todo, de que este todo está vivo y que, puesto que está vivo, pueden tener sin cesar intercambios con él: si hablan, siempre hay en alguna parte criaturas que les oyen y que les responden.

Recibimos respuestas sobre todo lo que hacemos, decimos o preguntamos: confirmación o refutación, aprobación u oposición. El mundo invisible está continuamente presente ahí, a nuestro alrededor. Nos mira, nos escucha y siempre nos da respuestas. Su lenguaje, muy diferente del nuestro, no es fácil de comprender. Pero nos responde indirectamente bien sea a través de un ser humano, de un animal, de un fenómeno de la naturaleza, o de un olor, de un sonido… éstos ignoran, sin duda, que son portadores de un mensaje, pero somos nosotros quienes debemos interpretarlo.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: el Mediterrráneo, desde la costa de Almería, 8 enero 2014 (Manuel Aparicio)