A través de la meditación accedemos a las regiones superiores del alma, de nuestro centro.

Poco a poco podemos ir cambiando nuestra perspectiva para vivir todo el día desde la consciencia de sabernos alma.

Lo que entonces surge de nosotros tiene otra cualidad, imbuida, como nos dice Aïvanhov, de amor, de luz, de fuerza divina.

Entonces hablamos, nos relacionamos y vivimos desde un plano superior en el que no caben las nociones de engaño y estafa.

Cuando es el ego el que nos inspira y dirige, nuestro pensamiento, palabra y acción tienen otra cualidad: el reflejo es el mundo de la posesión, de la codicia, del engaño que conocemos, y que preside gran parte de la actividad humana.

Por eso en el antiguo mantram se nos llama a buscar ese centro, porque «desde ese centro yo, el alma, surgiré».

Si, la palabra puede ser llena, viva, estimulante si viene del Verbo…

No es difícil comprobarlo al escuchar a un orador: cuando las palabras surgen del alma, nos llegan. Cuando surgen del ego, ya son mecánicas, desprovistas de luz.

En un caso percibimos la autenticidad, en el otro la falsedad.

La luz interior está siempre ahí, aguardando que vayamos cada día a recargarnos para entonces transmitirla.

A través de la oración, de la meditación,  entráis en relación con las regiones superiores donde acumuláis energías. Por esto, si acto seguido tomáis la palabra, esta palabra está llena, viva, estimulante, porque está llena de amor, de luz, de fuerza divina. Este amor, esta luz, esta fuerza divina son el Verbo, y éste es quien da su poder a la palabra.

Se puede expresar esta idea de una manera un poco diferente y decir que antes de expresaros a través de la palabra, tenéis pensamientos y sentimientos; eso es el Verbo. La palabra es la forma, son las palabras que escogéis en una lengua determinada para envolver vuestro Verbo y haceros comprender por los humanos; mientras que el Verbo, por su parte, halla inmediatamente en el mundo invisible su expresión apropiada para que todas las criaturas, incluso los Ángeles y los Arcángeles, puedan comprender. Pero, bien os dirijáis a los hombres o a los ángeles, debéis empezar por trabajar con vuestro Verbo, es decir con vuestros pensamientos y vuestros sentimientos de los cuales será el conductor.

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86),  “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: Escolares en el barrio de Pilkhana, Howrah, India, 3 febrero 2012