Se nos dice que el polvo del camino ha enterrado nuestro saber.

Fugazmente, este saber nos llega en distintas formas, como en un sueño: una intuición, un acto, una mirada, un vago eco.


El despertar en el que se encuentra la humanidad es rescatar ese saber que está dentro, pero en clave colectiva, no individual.

La llave, tantas veces nos decimos, está en nuestro interior.

Las enseñanzas milenarias hablan de dejar pasar la luz.

Esa luz, que está dentro, derribará todos los muros, uno tras otro.

Y entonces nos encontraremos en la luminosa presencia del alma.

Pero es preciso que queramos ese encuentro. Que lo busquemos.

Que retiremos el polvo para poder reconocer el eco.

Que retiremos el polvo para poder reconocer el eco.

«A veces, las palabras de un sabio despiertan en vosotros un eco tal que pensáis: «Pero yo ya conozco todo eso… lo sé… Ya lo había aprendido en alguna parte… ¿cómo he podido olvidarlo?» Lo habéis olvidado porque desde entonces, habéis pasado por caminos en los que el polvo ha terminado cubriendo este saber. Pero está siempre ahí, enterrado, dormido en vosotros, y necesitáis que alguien venga a despertarlo. Os da unos pequeños golpes en vuestra puerta, proyecta algunos rayos de luz, y he aquí que recuerdos milenarios remontan a la superficie. Para algunos, esto se producirá muy rápidamente; para otros, habrá que esperar mucho más tiempo.

Si debemos escuchar la palabra de los sabios, es para reencontrar lo que ya sabemos. Sí, los sabios nos hablan de lo que ya sabemos, pero que todavía dormita en las profundidades de nuestro ser. Es el Creador quien ha inscrito este saber en nosotros desde el principio, y sus palabras no hacen más que despertar su eco.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Cielo (Lu Torralba)