«Tratad cada día de restablecer el contacto con la Fuente divina con el fin de alimentar vuestra propia fuente, la que fluye en vosotros. Primero hacedla descender en vuestro corazón mediante el amor. Suceda lo que suceda, por muy grande que sea vuestra amargura, vuestras decepciones, las pruebas, nunca debéis cesar de amar, porque es así como vuestro corazón se purifica. Luego, hacedlo descender hasta vuestro intelecto en forma de luz. Gracias a esta luz evitaréis trampas y obstáculos, discerniréis el camino a seguir, y con seguridad avanzaréis por este camino. Cuando la Fuente divina penetre en vuestra alma, la dilatará hasta los confines del universo: llevaréis todas las criaturas en vuestro interior, y os confundiréis con la inmensidad.
Finalmente, cuando hayáis logrado que fluya la fuente en vuestro corazón, en vuestro intelecto y en vuestra alma, se unirá a la Fuente primordial que es vuestro espíritu, que es Dios mismo, y es así como viviréis verdaderamente la vida divina que es todopoderosa.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Abantos, EL Escorial, 6 noviembre 2015 (Violeta Arribas)