Normalmente cuando comemos lo hacemos de modo mecánico, sin agradecimiento y sin reparar en la milagrosa cadena que ha llevado el alimento reparador (salvador) a nuestro plato.
Antes de cada comida, se nos dice, deberíamos introducir la armonía en nosotros.
Cuando comemos en armonía y en paz, el trabajo interno que realiza el alimento se multiplica.
Cuando además lo hacemos con consciencia y con agradecimiento, la comida es una meditación, una ceremonia mágica.
Comer lo justo significa comer menos pero con más consciencia.
En todos los actos de la vida cotidiana podemos de continuo encontrar instantes para la comunión más profunda.
Vivir en comunión es vivir en contacto con lo más sagrado.
“Una comida es una ceremonia mágica, gracias a la cual el alimento que entra en vuestro organismo debe transformarse no sólo en salud y en fuerza, sino también en amor y en luz. Así pues, debéis estar atentos acerca del estado en el que os encontráis cuando coméis. ¿No lo habéis comprobado? Cuando coméis encolerizados, indignados, durante horas no podéis recobrar vuestra paz, porque con vuestros pensamientos y vuestros sentimientos habéis influido negativamente en los alimentos.
Todo en la vida es sagrado, todo tiene un sentido. Si introducís vibraciones nocivas en la alimentación que las inteligencias de la naturaleza han preparado con el fin de conservar la vida en vosotros, de una manera u otra pagaréis por esta negligencia y esta falta de respeto. El estado en que os encontráis cuando coméis queda grabado en alguna parte de vuestro organismo y de este estado depende vuestra salud, buena o mala.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: paisaje de Islandia, septiembre 2013 (Gaizka Zubizarreta)