En “Las hojas del Jardín de Morya” se nos dice: “contempla el bien como a través de un vidrio de aumento y aminora diez veces los signos del mal”.

De cada persona podemos buscar lo mejor y lo peor, como también en cada uno de nosotros mora lo más alto y lo más bajo.

Con frecuencia nuestra propia actitud, nuestros prejuicios y nuestra falta de inteligencia emocional sacan lo peor de las personas.

Si ofrecemos rabia, ofuscación y violencia es muy probable que recibamos lo mismo.

Podemos escudriñar más allá: sacar lo mejor de cada persona es en cierta forma un trabajo alquímico, que requiere en el que lo ejerce un equilibrio y una calma que le permitan mirar más allá de la fachada de esa persona.


En la relación alma a alma no hay malentendidos y sobran las palabras.

La evolución nos invita a mirar en el alma del otro para reencontrarnos con nuestra propia alma.

Grandes realizaciones esperan al que persevere con el corazón limpio.

Tenéis más posibilidades de mejorar una situación si os concentráis más en el bien que en el mal. Entonces, en lugar de criticar lo que es defectuoso en los seres, fijaros en las cosas buenas en ellos para ver cómo pueden todavía mejorarse. Aunque sólo haya una, quedaros con ella. Dejad de lado sus defectos y tratad de ayudarles a desarrollar sus cualidades.

Debemos siempre fijarnos en el lado bueno de un ser y decir: «Dios habita su alma, no me ocuparé de los animales que merodean alrededor.» ¿Quién no alberga algunas fieras dentro de él? En algunos, estas fieras están en una jaula o dormidos, pero están ahí.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos», Editorial Prosveta.  Imagen: “Mount of five treasures”, pintura de Nicholas Roerich (1933)