Hoy se nos habla de ese puñado de cerezas que abre los corazones.
Tiene que ver con nuestras conversaciones sobre el dar, a propósito del sol.
Muy lentamente esa visión de abrirse al mundo va prosperando en la humanidad.
Para ello deben caer las barreras físicas y mentales, debe surgir una concepción más generosa de la vida.
Se trata de abrir nuestros corazones.
En el largo camino de vuelta, esa apertura nos llegara a todos, algún día.
Cuanto antes se produzca, antes nos liberaremos.
Nosotros tenemos la llave de la cárcel.
«Vais a la tienda a comprar un kilo de cerezas. El tendero pesa el kilo… pero añade un puñado más. ¿Qué es un puñado de cerezas? Casi nada, pero os gusta. Lo que os alegra, no es tanto esas cerezas de más, sino el sentimiento amistoso que se manifiesta a través de este gesto.
Esto es sólo un pequeño ejemplo. Pero observando a los humanos, constatamos que muchos no saben hacer esta clase de gestos. No están por tanto necesitados, y a menudo incluso tienen más de lo que precisan, pero interiormente hay algo que les retiene: no pueden dar, no logran hacer este movimiento hacia los demás. Y después se quejan de no tener amigos. ¿Cómo hacerles comprender que bastarían estos pequeños gestos, gestos que no cuestan casi nada pero que abren los corazones?».
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Editorial Prosveta. foto: el Kanchenjunga fotografiado desde Darjeeling (India) el 13 de noviembre 2013 (Transhimalayan Heritage)