Hoy se nos habla de la armonía universal.

Nos pide Aïvanhov que pongamos todas nuestras facultades y energías al servicio de esa armonía.

Cada uno de nuestros actos armoniosos y fraternos ayudarán a regenerar el dolor del mundo.

La palabra amable, la acción desinteresada, la mirada desde el alma, son algunos de los instrumentos con los que contamos.

Son mucho más poderosos de lo que creemos.

El deseo de satisfacción material todavía impera en nuestras psique.

Pero los que han experimentado la conexión con el Divino, que son muchos, conocen que ésa es la verdadera riqueza.

Y el Divino también está en la relación con los demás.

Por ello hay un hermoso propósito a hacernos:

“Que allá donde vaya yo lleve armonía y paz”.

«Mientras los humanos hagan prevalecer su interés personal por encima del de la colectividad, no habrá solución para sus problemas. Y cuando digo «el interés de la colectividad», no se trata solamente de la colectividad de los seres humanos, sino del universo entero del que quieren servirse siempre para su exclusiva satisfacción. Mirad cómo explotan a los animales, a los árboles, a las montañas, a los ríos, al mar… Y si algún día consiguen disponer de medios técnicos suficientes, ¡veréis lo que hacen con el sol, con la luna, o con los otros planetas! Todo lo que existe es utilizado como medio con un solo objetivo: la satisfacción material del hombre.

De ahora en adelante, hay que invertir el fin y los medios. Tener como fin la fraternidad universal, la armonía universal, y utilizar para este fin todos los medios que poseamos: todas nuestras cualidades, nuestras facultades, nuestras energías. Sólo así serán resueltos los problemas de la humanidad.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta.  Imagen: “The black Gobi” (1928), pintura de Nicholas Roerich