Nuestra civilización nos impele a estar siempre haciendo cosas, intentando además que sean “productivas”.
Acabamos una tarea y empezamos otra. Hay un sentido de responsabilidad, un calvinismo latente, para continuar haciendo.
Cuando terminamos de hacer, buscamos la distracción, con frecuencia enemiga del descanso.
Un día, uno siente la necesidad de la que habla el pensamiento de hoy y se dice:
“Acallado todo lo externo, estoy en presencial del Señor”. Esta contemplación surge y se vive de muchas maneras.
Recordamos a un guía, en lo alto de la montaña, siempre recitando un OM, que se sentía en esa presencia, muchas horas al día.
Recordamos a esa muchacha que nos decía, a las seis de la tarde, respecto de su meditación a las cuatro de la mañana: “es mi encuentro diario con el Divino”. Los ojos se le encendían de alegría.
Recordamos a todos los que calladamente expresan en su semblante y modales una paz y armonía que no parecen de este mundo, porque están en esa presencia.
El día da para todo, y el que busca esa presencia siempre la encuentra
De las veinticuatro horas del día utilicen seis para sus necesidades individuales, seis para el servicio a otros, seis para dormir y seis para estar en presencia del Señor; este régimen les dotará de una fortaleza de acero.
Sri Sathya Sai Baba (1926-2011). “Sadhana, el sendero interno”, Capítulo 6, punto 84, Ediciones Shatya, p151. Foto: chaval en Agra, India, 30 abril 2010