Hablamos de que los seres humanos podemos ser como el sol.

Se nos invita hoy a estar en el centro para iluminar.

Cuando estamos en nuestro centro surgen la inofensividad y el equilibrio.

Es la inofensividad del hombre ecuánime, que incluso en una disputa no hiere: argumenta sin dañar.

Nuestro centro nos da la posibilidad de nutrirnos de sabiduría, de subir por la espiral hacia niveles mayores de consciencia.

Pero normalmente estamos en la periferia, atascados en las arenas movedizas de la vida y de sus conflictos.

Los conflictos nos retienen, nos retrasan, nos agotan, nos matan finalmente.

Cuando estemos en nuestro centro seremos hermanos del sol: iluminaremos y vivificaremos a las criaturas a nuestro alrededor.

Crearemos focos de luz y de paz.

El Instructor, en el Camino, nos anima una y otra vez a ser libres.

Cometas, planetas y soles pueblan el espacio. Pero mientras los cometas atraviesan grandes extensiones como cabezas desmelenadas, los planetas giran invariablemente alrededor de un sol del que reciben calor y luz. En cuanto a los soles, fuentes inagotables de luz y de calor, dispensan sus bendiciones a todas las criaturas. Como los cometas, hay seres que atraviesan la existencia sin buscar un orden, un paradero fijo. Otros, como los planetas, giran alrededor de un centro y sienten que no deben alejarse de esta fuente de calor y de luz. Pasan  por altibajos, pero perseveran en el buen camino. Finalmente, los soles son los grandes Maestros, los Iniciados, que han ido tan lejos por el camino del amor y de la sabiduría que nada puede hacerles desviar de su ideal espiritual. Permanecen en el centro e iluminan, calientan a las criaturas a su alrededor.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.  Imagen: fiesta de fin de curso en Anand Bhavan, del programa Colores de Calcuta, 25 abril 2010