El pensamiento de hoy nos ofrece distintas analogías.
En nuestras vidas hiperactivas hemos perdido el hábito de buscar el encuentro con nuestro Ser y a partir de ahí con el Uno.
Cuando este contacto falla, falta el alimento esencial.
Sin este contacto, nuestras fuerzas se agotan, y la alegría poco a poco desaparece.
Y cuando una actividad decae, enseguida buscamos otra, sin valorar vivir más en silencio, meditar más horas, contemplar, buscar todos los días la unión con el Uno, hablar con las plantas, con el sol…
Sustituir actividad por actividad es en muchos casos sustituir ignorancia por ignorancia cuando se nos ofrece la posibilidad de sustituirla por alegría.
Recuperar el verdadero alimento…
Todavía estamos a tiempo de introducir cambios en nuestras vidas.
«El que sale para hacer una larga excursión, lleva comida en su mochila para poder reponer fuerzas y andar así el máximo tiempo posible. De igual manera, para andar firmemente por los caminos de la vida, necesitamos transportar provisiones, digamos pan, y este pan, son las verdades de la vida espiritual.
Al diablo que vino a tentarle pidiéndole que convirtiera las piedras en pan, Jesús le respondió: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»; y a la multitud que le preguntaba sobre su misión, dijo: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si alguno de vosotros come de este pan, vivirá eternamente.» Haciendo la unión entre la palabra de Dios y el pan bajado del Cielo que él había venido a encarnar, Jesús se identificaba con el principio cósmico de Cristo, la segunda persona de la Trinidad, el Verbo vivo, esta sustancia esencial con la que debemos alimentarnos cada día para tener la vida eterna.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: atardecer en San Francisco, 5 julio 2013 (Olga María Diego)