Cada acto en la vida puede ser revestido de un significado sagrado.

La mera consciencia del hecho de respirar, de estar vivo, da al acto de respirar otro significado.

Nuestra mirada puede ser de amor, de odio, o indiferente.

Pasamos una parte muy importante de la vida en la indiferencia, en el hastío, pasando las hojas de la revista de la vida con expresión indolente.

Pero cuando introducimos una idea divina en la cabeza, todo cambia.

Los encuentros se vuelven entonces ocasiones únicas de intercambiar lo mejor nuestro, desde lo alto.

Poco a poco, vamos siendo acogidos en nuestra patria celestial, a medida que manifestamos, cada vez más, nuestro yo superior.

Cada día es una gran oportunidad para trabajar por una idea divina.

Ojalá no la desprovechemos.

La dirección que tomáis, la idea por la que vivís y trabajáis, esto es lo que debe ser esencial para vosotros. Si trabajáis para una idea divina, ella es la que os conducirá hacia la luz, la paz y la alegría.

Pero ¿acaso se enseña a los humanos todas las ventajas que obtendrán si trabajan para una idea divina? No, se les enseña cómo ganar dinero, satisfacer sus ambiciones y su ansia de placeres. Entonces los años van pasando,… y un día descubren que aquello que vivieron no era la vida verdadera. Pero es un poco tarde para realizar este descubrimiento. ¡Cuánto tiempo perdido! Mientras que para aquel que avanza alimentando una idea divina en su cabeza y en su corazón, esta idea es como una luz que le muestra el objetivo a alcanzar al mismo tiempo que ilumina su camino. Y un día, a pesar de los obstáculos, siente que es acogido en su patria celestial.

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. www.prosveta.es. Foto: niño en la fiesta de fin de curso en la residencia de Anand Bhavan, finales abril 2010