El pensamiento de hoy nos habla de la mayor recompensa.
No es cuantificable más que en la palabra “gozo”, que va más allá de la noción de la felicidad.
¿Es posible nadar en la alegría, resplandecer, cómo nos dice Aïvanhov?
La alegría y el resplandor son imposibles desde las herramientas de la personalidad, pero desde el alma puede accederse a ellas.
Los que lo han hecho dicen: “he visto otro mundo”.
Los que están lejos de esa experiencia responden: “ese mundo no existe, es una ilusión, vives en la ilusión”.
Jesús, Buda y todos los Grandes Seres que conocemos nos hablan de ello, nos piden que vayamos a ello.
Resplandecer, dilatarse, recordar nuestro origen para no volver a traicionarnos nunca jamás. Para amar.
Ese es el gran tema.
Suceda lo que suceda, jamás olvidéis que los seres humanos son vuestros hermanos y vuestras hermanas, y buscad cómo ayudarles y manifestarles vuestro amor sin esperar nada a cambio. Porque en realidad ya tenéis la recompensa: esta dilatación interior, este calor que os inunda cuando amáis. Ésta es una gran recompensa, no existe otra mayor en la vida. Vuestro corazón es entonces como un río, una fuente de agua viva.
Los humanos siempre esperan ser recompensados por el bien que han hecho. Pero aquel que ha comprendido el secreto del amor no espera nada, ni siquiera piensa que puedan darle algo a cambio porque está gozando ya de una felicidad que supera la imaginación. Como no le falta nada, no espera nada; nada en la alegría, resplandece, y así gana la confianza de muchos amigos. ¿Dónde hallaréis una mayor recompensa que ésta?
Omraam Mikhäel Aïvanhov, Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Rickshaw-bicicleta en Howrah, India, mayo 2009