La vida en la tierra tiene manifestaciones burdas y sutiles.

Las burdas tejen progresivamente una poderosa tela de araña, que nos envuelve sin darnos cuenta, hasta atraparnos y asfixiarnos.

Cuando el maya nos captura, lo irreal se convierte en real.

No es fácil escapar al poder del maya, que nos espera en cada recodo.

Pero más allá de la ilusión hay un Yo verdadero, incondicionado, que anhela le encontremos.


Hay un trabajo que lleva inevitablemente hacia él y hacia la liberación.

Hoy se nos da alguna pauta. Hay otras muchas.

Cuando el espíritu se instala la soga del maya empieza a soltarse.

Respiramos.

En el horizonte, más allá de las nubes, hay otra visión.

«Yo, soy Él», esta fórmula que repiten los yoguis hindúes, ¿cómo lograr que sea una realidad?… He aquí un ejercicio que podéis hacer.

Imaginad que salís de vuestro cuerpo para elevaros hacia el Cielo… Cuando estáis subiendo, os expandís por el espacio infinito, os fundís con el Alma universal. Incluso aunque parezca entonces que desaparecéis y que no tenéis conciencia de vosotros, eso no debe preocuparos, porque al mismo tiempo que os disolvéis en el espacio, el espíritu divino desciende sobre vosotros. Se instala en vosotros para trabajar, y es él quien habla, es él quien actúa, es él quien se manifiesta a través vuestro. Diréis: «¿Pero qué me ocurrirá si ya no soy yo?» En realidad, continuaréis siendo vosotros: no perderéis vuestra identidad, sólo que habréis encontrado a vuestro Yo verdadero.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta.  Imagen: Expedición Mamostron-Kangri (India), agosto 2011 (foto de Jonás Cruces http://www.todovertical.com/)