Hoy se nos invita a dar lo mejor nuestro, a perfeccionarnos.

Cada esfuerzo en ese sentido es un avance para la humanidad.

Aunque en los planos materiales ese esfuerzo apenas sea perceptible, en el plano sutil hace su trabajo y deja su huella.

El ideal de la perfección, tan presente cuando somos niños, es reemplazado en la vida de la mayoría de los adultos por un pragmatismo resignado.


Y sin embargo ese ideal sigue ahí, esperando que más y más personas se unan en su búsqueda para incorporarlo a la práctica en la vida cotidiana, en beneficio de la humanidad.

Cada pequeña cosa puede ser guiada por este principio curativo para construir en el mundo sutil y en el material.

Erramos, porque somos humanos, pero la intención siempre cuenta.

Se nos ofrecen maravillosas posibilidades de colaborar en una causa mayor y sagrada. Benditos los que quiera participar.

Guardad siempre en vosotros un ideal de perfección. Pero que este deseo de perfeccionaros no sólo tenga como finalidad vuestra evolución: pensad que debe ser también útil, provechosa para el mundo entero. Es en este sentido que debe hacerse en lo sucesivo el progreso. Hasta ahora, todas las enseñanzas espirituales han arrastrado más o menos a los humanos para su salvación individual: el saber, los poderes, las revelaciones… procuraban todas las adquisiciones espirituales para ellos mismos. Es por ello que permanecían aislados, escondidos en alguna parte, en las cuevas o los monasterios, para no ser molestados por las agitaciones del mundo exterior. Pues bien, esta filosofía debe ser, a partir de ahora, abandonada. La nueva filosofía enseña que debemos perfeccionarnos, pero sin librarnos nunca de los demás. Al contrario, hay que aceptar los inconvenientes, hacer sacrificios, incluso sufrir, pero ser útil. Perfeccionarse para ser útil a la colectividad, he aquí el verdadero perfeccionamiento.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta.  Imagen: “She who lives”, pintura de Nicholas Roerich (1924)