Somos espíritu y somos materia.

Por el momento, en el ser humano la materia se manifiesta con toda contundencia y claridad.

Evolución implica espiritualizar la materia: figuradamente, la luz va penetrando la oscuridad.


En el Iniciado lleno de luz, “cada célula empieza a brillar por encima de la cabeza”.

Hay pensamientos y actividades que nos densifican más y más en la materia. Otros nos elevan a las regiones del espíritu.

Es entonces cuando la luz llega.

“Los humanos son como los bueyes: ganan en kilos en vez de en sabiduría”, dijo Buda.

Pero también podemos elegir: la sabiduría nos lleva a la luz.

«La luz es la que da los poderes, la luz es la que da la riqueza (no el dinero, sino la riqueza), y es también la luz la que da el verdadero placer: cuando tenéis la luz, encontráis el gusto en las cosas más pequeñas y un simple trago de agua os da la sensación de beber el elixir de la vida, os quita la sed, es como si este agua circulara en vuestras venas. ¡Es una sensación indescriptible!

¡Bienaventurados aquellos que han puesto la luz en su cabeza, en su alma, en su corazón, en su espíritu! Y cuando hablo de la luz, claro está, no hablo solamente de la luz física, porque todo el mundo puede tener la luz física, basta con encender una lámpara. No, hablo de la luz espiritual que cuando penetra completamente en el hombre, le da la iluminación. Pero la iluminación es el último grado de la Iniciación, cuando la luz ha penetrado tanto en cada célula del Iniciado que empieza a brillar por encima de su cabeza. La luz espiritual,, la luz interior, es toda la riqueza de los Iniciados. Con esta luz lo pueden obtener todo.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Los esplendores de Tipheret, El sol en la práctica espiritual, tomo 10 de las Obras Completas, página 155, Editorial Prosveta. Imagen: playa en Galicia, septiembre 2013 (Jano González){jcomments on}