«Estamos en la tierra, pero nuestra verdadera patria es el Cielo, el mundo divino, y los conocimientos que debemos adquirir para vivir nuestra vida terrenal y nuestra vida celestial son evidentemente diferentes. El saber oficial que recibimos en las escuelas y universidades, nos proporciona todas las posibilidades materiales: una posición, dinero, prestigio. Pero este saber no nos transforma, y continuamos teniendo las mismas incertidumbres y debilidades. Mientras que el saber iniciático quizás no nos proporciona ni una situación, ni prestigio, pero nos transforma, y al transformarnos nos da acceso al mundo divino. Como los humanos están más interesados en lo que les aporta ventajas materiales, buscan el saber oficial. Desgraciadamente, este saber no es duradero; no se puede transportar al otro mundo, sólo se adquiere para una encarnación. Y ¿qué es una encarnación? Un sueño, un sueño efímero. Mientras que el saber iniciático que nos transforma y nos da el sentido de la vida, se imprime en nosotros para la eternidad.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: atardecere en Santiago de Alcántara, Cáceres, 20 de julio de 2015