En estos días de abril las hojas de lo árboles brotan por doquier y en unos días lo que eran ramas desnudas se llenan de verdes preciosos.

Primero los castaños y los arces, luego los chopos, más tarde los plátanos y los tilos, todos van poco a poco revistiéndose.

El mundo vuelve a coger una policromía maravillosa, como recién limpio y regado y el cielo azul de estos días nos habla de espacios inmensos y puros.

Pararse a descubrir esa naturaleza que despierta y para decir interiormente gracias una y muchas veces es un ejercicio reparador.

Gracias por tanta belleza silenciosa y callada, por este sol que calienta e ilumina.

Nosotros también podemos renovarnos por dentro y por fuera para celebrar la vida.

Limpiando nuestro interior y llenándolo de pensamientos como el de Aïvanhov de hoy, que nos envía Yolanda.

E intentando en el exterior aprender de la elegancia de los árboles, siempre erguidos, como queriendo tocar el cielo.

Y que desde ese ser renovado podamos proyectar rayos de luz y amor sobre todas las criaturas.

Os deseo que aumentéis todavía más vuestro amor, vuestro deseo de ayudar a la humanidad: de amar a vuestro prójimo, de proyectar rayos de luz y amor sobre todas las criaturas.

“La vida de un Maestro en Occidente. Omraam Mikhaël Aïvanhov”, de Louise-Marie Frenette, Editorial Nous. (www.editorialnous.com). Foto: atardecer en el jardín botánico de Calcuta, 24 marzo 2010