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 “Aquél que conoce el secreto del amor y del sacrificio lo da todo y lo recibe todo», nos dice hoy Aïvanhov.

Otra forma de expresarlo es “dando, recibimos”.

Las reglas del mundo sutil son muy distintas a las del mundo humano.

Los que creen y practican esas reglas están en otro plano.

Han superado el ojo por ojo y diente por diente, el mundo de “lo mío”.

Transitan con más frecuencia en la inmensidad de un territorio en el que se habla de lo “nuestro” y de la “hermandad”.

Son capaces de ver al Divino de continuo.

Los manuales humanos seguirán hablando de “lo mío”.

El Cielo, simbólicamente hablando, tiene otras reglas.

El Cielo no se resiste ante los que comprenden el valor del amor desinteresado. Día y noche les recompensa. E incluso si sucede que ha sido perjudicado, el Cielo hace de manera que sienta este daño como una recompensa. Quizás esto os sorprenda, y digáis que no podéis concebir semejante idea… Pero ¿por qué? Porque todavía no habéis hecho la experiencia.

Hoy, aunque os parezca incomprensible, haced el esfuerzo de meditar sobre esta verdad. Dios ha construido el universo de tal modo que aquello que se nos priva en un plano nos es dado en otro, y mil veces mejor aún si sabemos cómo buscarlo. Aquél que conoce el secreto del amor y del sacrificio lo da todo y lo recibe todo.

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. www.prosveta.es. Pintura de Nicholas Roerich: “The range”, 1924