Son muchas las formas en las que podemos colaborar en la construcción de un nuevo mundo.

Cada uno de nuestros actos limpios y con amor es un elemento regenerador de la tierra.

Puede que no percibamos su influencia o que ésta sea pequeña.

Pero si: podemos trabajar en el trabajo al que se refiere el pensamiento de hoy.

En nuestra mano está lanzar esas señales luminosas. Nuestro orden, nuestro equilibrio, también cuentan.

Es un trabajo en el que vale la pena participar, cada uno en la medida de sus posibilidades y de su comprensión del Plan de la evolución, que es un plan divino.

Con humildad, pero también con determinación, recordando la tan traída y bonita frase de Jesús: “MI Padre trabaja y yo trabajo con Él”.

¿Por qué los humanos se dirigen la mayoría de las veces al Señor? Para que les solucione sus asuntos, para satisfacer sus deseos. ¿Hasta cuándo seguirán comportándose como niños exigentes y caprichosos? ¿Cuándo comprenderán que deben, por el contrario, pedirle cumplir su voluntad, servirle y participar en su trabajo?

Quizás el Señor también necesita cabezas y brazos… Así pues, éstas son las oraciones que debéis dirigirle a partir de ahora: « Señor, tú me lo has dado ya todo y con abundancia, no te pido nada, te ruego solamente que me tomes a tu servicio, que pueda participar en tu trabajo. » ¡Qué alegría entonces daréis al Señor y a sus ángeles! En medio de esas multitudes que piden que el Cielo entero se movilice para satisfacer sus necesidades egoístas, verán las señales luminosas que les lanzáis y dirán: «Por fin, he aquí un ser que ha comprendido, recibámoslo entre nosotros.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Su obra está publicada en España por la Asociación Prosveta Española- www.prosveta.es. Imagen: el valle de Wesak