{jcomments on}El pensamiento de hoy llama a la unidad.
Nos hace parte de un Todo mayor, que nos une y nos pone en comunión.
Ese Todo no acaba aquí en la tierra. Se extiende por las regiones sutiles.
Desde fuera otros seres pueden contemplar la tierra como un planeta oscuro y apagado, o lleno de luz.
Esa luz es la que cada uno de nosotros podríamos emitir estando en armonía.
El viaje de la vida es intenso, profundo, agotador, también hermoso.
Venimos de la individualidad para terminar finalmente en el Todo.
Cuando ese Todo entre en nuestra consciencia entenderemos finalmente las palabras de Jesús: “amaos los unos a los otros”.
«Todo ser humano forma parte del gran cuerpo de la naturaleza y debe pues esforzarse por vivir en armonía con él. Aunque se perciba como una entidad individual que tiene su propia vida, pertenece a un conjunto, y la cuestión que se le plantea es conciliar las exigencias de su vida personal con las de la vida colectiva. Cada individuo es particular, es la Inteligencia cósmica la que ha querido esta diversidad de las criaturas y no hay que tratar de nivelarlas. Cada uno tiene derecho a manifestarse con sus diferencias, su originalidad, siempre que se armonice con el Todo.
Este Todo con el que debemos armonizarnos, no es únicamente el de la colectividad humana: más allá aún estamos conectados con las diferentes reinos de la naturaleza, así como con la colectividad cósmica en cuyo seno tenemos, en tanto que seres pensantes, un papel importante que desempeñar. Cada día debemos pues tomar conciencia de que participamos en la construcción de este edificio que es la vida cósmica en donde están incluidas todas las criaturas, los ángeles, los arcángeles… hasta Dios mismo. Porque la creación no está terminada, está siempre en vías de construcción.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Editorial Prosveta. Foto: niñas columpiándose a la vera de su casa, distrito de Gorkha, Nepal, octubre 2012